Tres elementos caracterizaron la celebración del bicentenrario de la Revolución Paceña.
Primero, que la conmemoración fue paceña, pero primero fue boliviana
Segundo, que se reconocieron las luchas indígenas contra el poder español y de las clases dominantes.
Tercero, que en los actos estuvo presente la nación latinoamericana, representada a través de tres presidentes y muchos cancilleres.
En las marchas y actos cívicos flameó la bandera de La Paz, pero siempre, a su lado, o por encima de ella, estuvo la tricolor boliviana.
Y siempre, en los discursos de las autoridades, se destacó el rol esencial que juega el departamento paceño, al constituirse en el centro integrador del país, donde los orureños se hacen paceños, y los cochabambinos, pandinos, benianos y potosinos, también, y hasta los cruceños y sucrenses, asimilan el espíritu de nuestra hermosa ciudad, y llegan a querer al Illimani, denostando de todo sentimiento que, en sus regiones, intente resquebrar la Patria.
La Paz festejó y en sus festejó emitió un gran mensaje de unidad e integración y de solidaridad boliviana.
“Viva La Paz•”, se gritaba, con la fuerza, la reciedumbre y el ardor que caracteriza a los paceños y los lleva a ser levantiscos y rebeldes.
Pero casi inmediatamente, se gritaba “Viva Bolivia”, y entonces, a la resonancia de ese grito, el país entero saludaba a La Paz en su gran día.
¡Que diferencia con otras regiones donde algunos grupos de poderosos, ya no quieren saber de la bandera boliviana!
Desde Tiwanaku, pasando por muchas manos, llegó la Tea de Murillo.
Esa Tea, en anteriores celebraciones, parecía que ardía circunscrita a los centros urbanos.
Pero ahora, encendida en Tiwanaku, incendió el alma también de los indígenas uniendo en un solo abrazo a todos los que lucharon contra el poder colonial.
Y entonces Murillo, y Jaén y los Lanza, y el cura Medina, e Indaburo, y Jiménez y los demás revolucionarios, se miran ahora, unidos, en el ara de la Patria, a los Katari, a las bartolinas, y a las gregorias, para recibir un solo y profundo homenaje de los paceño de hoy, sobre todo de los jóvenes.
Y es que, a casi 40 años de distancia entre las gestas de uno y otro, un mismo sentimiento era el que guiaba a Túpac katari y a Pedro Domingo Murillo, y a los demás hombres y mujeres que los acompañaban.
El sentimiento de la libertad, el afán y el ansia por la libertad.
De ser dignos, y no dependientes de nadie, porque la dependencia y la servidumbre son situaciones vergonzante que no van a tono con los hombres y mujeres de bien.
Ayer fue la lucha por la independencia y hoy, a pesar de los tiempos transcurridos, esa lucha continua, porque si bien un poder imperial quedó en el pasado, otro poder imperial, el norteamericano, persiste en mantener las cadenas de la ignominia.
Los presidentes de Venezuela, del Ecuador, del Paraguay y los cancilleres de otras naciones latinoamericanas estuvieron junto al presidente Evo Morales en las tribunas de honor, reflejando la decisión de nuestros pueblos, de romper definitivamente con el nuevo poder colonial.
Ese poder tremendo que llega del norte, utilizó, en el pasado, la estrategia de dividir a nuestros pueblos para debilitarlos.
Fue una estrategia en la que contaron con la complicidad de las clases dominantes, latifundistas, empresarios, gente de la banca, que actuaron contra su propia gente, apoyando el poder imperial.
Hoy, en una estrategia contraria, las pueblos latinoamericanos avanzan en la unidad, a través del ALBA, a través de Mercosur, y de otras agrupaciones regionales, para enfrentar y derrotar al imperio.
Se viven, pues, otros tiempos y se viven otras luchas, que serán muy difíciles porque ahora, como fue antes, las señaladas clases dominantes siguen serviles a sus amos, y protagonizan golpe de Estado como el de Honduras, o planes terroristas como el que se desbarató y se viene investigando en Bolivia.
El sentimiento bolivariano de lucha unida por la independencia estuvo presente en los actos por el bicentenario.
Lo mismo que la participación de los pueblos originarios.
Lo mismo que la unidad e integración del país, bajo una sola bandera, y en contra de cualquier afán separatista.
Y todo ello quedó como un mensaje claro para la nación boliviana.
El mensaje bravío y contundente de La Paz, cuna de la libertad y tumba de los tiranos, a decir de una frase que está grabada con fuego en el corazón de los paceños.
viernes, 24 de julio de 2009
El aleccionador ejemplo de la extrema pobreza mexicana
En el año 2006 en México existían 14 millones 400 mil mexicanos viviendo en condiciones de extrema pobreza.
Para el año 2008, esa cifra aumentó a 19 millones 500 mil.
O sea, casi 20 millones de personas sumamente pobres, que no alcanzan siquiera a cubrir su alimentación diaria..
Ahora, a estos 20 millones de mexicanos muy pobres se suman otros 31 millones de mexicanos un poco menos pobres, pero igualmente pobres, que no pueden satisfacer necesidades básicas como las del transporte, la vivienda o los servicios médicos.
La clase media, por su lado, también se ha empobrecido y muchos van pasando a la categoría de pobres.
Esta, pues, es la realidad de México, un país que ha debido enfrentar la suerte de vivir pegado a la potencia más grande del planeta, vale decir, los Estados Unidos de Norteamérica
Ahora bien, ¿cuáles son las razones por las cuales en México ha ido aumentando la pobreza en cifras tan grandes den los últimos años?
Una de esas razones, seguramente una de las principales, ha sido el tratado de libre comercio que ha firmado con los Estados Unidos y con Canadá.
Ese tratado debía, supuestamente, acelerar el desarrollo mexicano, potenciando sus empresas que debían encontrar, en el mercado ampliado y sin barreras, el mejor espacio para crecer.
Pero no ocurrió así porque, salvo algunos casos, las que crecieron, a costa del mercado mexicano, fueron las transnacionales norteamericanas.
Las mexicanas, en gran porcentaje, no pudieron encarar la desigual competencia y cerraron.
El sector mexicano que más sufrió, luego de la firma del tratado de libre comercio, fue el agrícola.
México, por ejemplo, era uno de los grandes productores y exportadores de maíz, planta que, desde hace milenios, es parte de la cultura de ese pueblo.
Como era lógico, miles de familias campesinas dependían del maíz y depositaban en el maíz todas sus posibilidades de vida y desarrollo.
Pero llegó el tratado de libre comercio y, en el intercambio comercial entre Estados Unidos y México apareció un maíz norteamericano más pequeño y más barato y de menor calidad, que acabó con el maíz mexicano llevando así, a la quiebra, a esas miles de familias que cultivaban el indicado producto.
Y lo mismo que con el maíz, ocurrió con otros rubros agrícolas que no pudieron resistir la competencia.
Una competencia, además, desleal, porque es bien conocido que Estados Unidos subvenciona a sus productores agropecuarios, a pesar del libre mercado que pregona.
En resumidas cuentas, que el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, en lugar de constituirse en factor de desarrollo, significó para México una acentuación de sus niveles de pobreza.
Obviamente que, en la última época, a ese factor se sumó la crisis financiera internacional, que está golpeando de modo particular a los Estados Unidos.
México, pegado geográficamente a los Estados Unidos, y encima con un tratado de libre comercio, está sufriendo también, de modo directo, toda la catástrofe que afecta a la economía norteamericana.
Como es natural, esta situación está ocasionando que bajen en alto grado, las condiciones de salud y nutrición de la población mexicana.
Dentro de este cuadro monumental de crisis, aparece ahora una paradoja, una contradicción, monstruosa e intolerable.
Para salvar a los bancos y a las entidades financieras internacionales, las grandes potencias capitalistas han decidido invertir muchos miles de millones de dólares, de modo que el sistema internacional se pueda volver a estabilizar, cosa que además es algo dudosa.
Y, sin embargo, para esas inmensas poblaciones que, como las de México, están entrando a niveles de mayor pobreza, no hay ninguna buena, o fuerte, inversión, que les pueda permitir recuperarse.
Como producto de la crisis internacional, ocasionada por las naciones capitalistas, los bancos entraron en quiebra y millones de seres humanos de nuestras naciones latinoamericanas, empezaron a padecer situaciones de pobreza extrema, como en el caso de México.
Para los bancos sí hubo miles de millones de dólares buscando que se recuperen.
Para los pueblos, para los hombres, mujeres y niños que padecen la crisis, no hubo nada, no hay nada esperándose, seguramente, que simplemente se mueran.
Ese, pues, es el capitalismo internacional, sistema que, por sus dosis de falta de humanidad y por su fracaso, debe ser reemplazado por otro mejor que garantice primero la vida de las personas y no el bienestar de los magnates.
Para el año 2008, esa cifra aumentó a 19 millones 500 mil.
O sea, casi 20 millones de personas sumamente pobres, que no alcanzan siquiera a cubrir su alimentación diaria..
Ahora, a estos 20 millones de mexicanos muy pobres se suman otros 31 millones de mexicanos un poco menos pobres, pero igualmente pobres, que no pueden satisfacer necesidades básicas como las del transporte, la vivienda o los servicios médicos.
La clase media, por su lado, también se ha empobrecido y muchos van pasando a la categoría de pobres.
Esta, pues, es la realidad de México, un país que ha debido enfrentar la suerte de vivir pegado a la potencia más grande del planeta, vale decir, los Estados Unidos de Norteamérica
Ahora bien, ¿cuáles son las razones por las cuales en México ha ido aumentando la pobreza en cifras tan grandes den los últimos años?
Una de esas razones, seguramente una de las principales, ha sido el tratado de libre comercio que ha firmado con los Estados Unidos y con Canadá.
Ese tratado debía, supuestamente, acelerar el desarrollo mexicano, potenciando sus empresas que debían encontrar, en el mercado ampliado y sin barreras, el mejor espacio para crecer.
Pero no ocurrió así porque, salvo algunos casos, las que crecieron, a costa del mercado mexicano, fueron las transnacionales norteamericanas.
Las mexicanas, en gran porcentaje, no pudieron encarar la desigual competencia y cerraron.
El sector mexicano que más sufrió, luego de la firma del tratado de libre comercio, fue el agrícola.
México, por ejemplo, era uno de los grandes productores y exportadores de maíz, planta que, desde hace milenios, es parte de la cultura de ese pueblo.
Como era lógico, miles de familias campesinas dependían del maíz y depositaban en el maíz todas sus posibilidades de vida y desarrollo.
Pero llegó el tratado de libre comercio y, en el intercambio comercial entre Estados Unidos y México apareció un maíz norteamericano más pequeño y más barato y de menor calidad, que acabó con el maíz mexicano llevando así, a la quiebra, a esas miles de familias que cultivaban el indicado producto.
Y lo mismo que con el maíz, ocurrió con otros rubros agrícolas que no pudieron resistir la competencia.
Una competencia, además, desleal, porque es bien conocido que Estados Unidos subvenciona a sus productores agropecuarios, a pesar del libre mercado que pregona.
En resumidas cuentas, que el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, en lugar de constituirse en factor de desarrollo, significó para México una acentuación de sus niveles de pobreza.
Obviamente que, en la última época, a ese factor se sumó la crisis financiera internacional, que está golpeando de modo particular a los Estados Unidos.
México, pegado geográficamente a los Estados Unidos, y encima con un tratado de libre comercio, está sufriendo también, de modo directo, toda la catástrofe que afecta a la economía norteamericana.
Como es natural, esta situación está ocasionando que bajen en alto grado, las condiciones de salud y nutrición de la población mexicana.
Dentro de este cuadro monumental de crisis, aparece ahora una paradoja, una contradicción, monstruosa e intolerable.
Para salvar a los bancos y a las entidades financieras internacionales, las grandes potencias capitalistas han decidido invertir muchos miles de millones de dólares, de modo que el sistema internacional se pueda volver a estabilizar, cosa que además es algo dudosa.
Y, sin embargo, para esas inmensas poblaciones que, como las de México, están entrando a niveles de mayor pobreza, no hay ninguna buena, o fuerte, inversión, que les pueda permitir recuperarse.
Como producto de la crisis internacional, ocasionada por las naciones capitalistas, los bancos entraron en quiebra y millones de seres humanos de nuestras naciones latinoamericanas, empezaron a padecer situaciones de pobreza extrema, como en el caso de México.
Para los bancos sí hubo miles de millones de dólares buscando que se recuperen.
Para los pueblos, para los hombres, mujeres y niños que padecen la crisis, no hubo nada, no hay nada esperándose, seguramente, que simplemente se mueran.
Ese, pues, es el capitalismo internacional, sistema que, por sus dosis de falta de humanidad y por su fracaso, debe ser reemplazado por otro mejor que garantice primero la vida de las personas y no el bienestar de los magnates.
Surgen más datos sobre la conspiración terrorista
Con una frialdad criminal calculaban, como si nada, la suma de 25,000 muertos para que interviniera la comunidad internacional
“Con 25.000 muertos, decían, intervendrán las organizaciones internacionales y las potencias del mundo y entonces, obligadamente, se tendrá que negociar una paz que deberá contemplar, también obligadamente, la constitución de otro Estado, en este caso, del Estado independiente de Santa Cruz”.
Ese era el plan y de eso, por lo menos momentáneamente, se salvó Bolivia, con la desarticulación del grupo mercenario de Eduardo Rozsa Flores.
Los alcances de la conspiración y los antecedentes del indicado terrorista, se han ido conociendo cada vez más ampliamente, y ahora lo que queda es que la sociedad boliviana, a traves de sus instituciones, actúe en forma rápida y enérgica, para sancionar a todos quienes han estado apoyando esa criminal aventura.
Porque en este caso se trata de ir absolutamente al fondo, y de no dejar ningún hilo pendiente para castigar a los culpables.
Porque dejar ese hilo, o unos cuantos hilos sueltos, sin conocerse ni resolverse, significaría simplemente posponer, y no aplastar la conspiración, como lo pide el pueblo.
De acuerdo al relato que ha ido haciendo conocer el periodistas español Julio César Alonso, Rozsa Flores quería repetir en Bolivia, lo que hizo en Bosnia y Croacia.
Allí, relata Alonso, cientos de ciudadanos bosnios vieron cómo Rozsa y su gente, asesinaban, violaban y quemaban casas en los barrios musulmanes.
Actuaban sin piedad, cumpliendo a cabalidad su plan que era sembrar el terror y el caos, de modo que una posibilidad de paz sólo pudiera darse con la división de esa región, separando definitivamente a los rivales, como efectivamente ocurrió.
En Santa Cruz iban a atacar a la gente del Plan 3000, por ejemplo, quemando escuelas y hospitales y asesinando personas, para someter el espíritu de esos pobladores, que no comparten la idea de autonomía que manejan los grupos dominantes del departamento.
Y lo mismo iba a suceder en comunidades rurales como Yapacaní, o poblaciones del Chaco favorables al actual gobierno.
Alrededor de Santa Cruz se iba a constituir un cordón para defender el departamento de un avance de las fuerzas del gobierno las que, supuestamente, iban a intentar recuperar la región.
Ese cordón de defensa debía contar con la participación de gente de la Unión Juvenil Cruceñista y de otras agrupaciones juveniles que en su momento se reclutarían, y que acudirían en grandes cantidades pata apoyar la independencia.
También se movilizarían grupos del comité cívico y de la prefectura del departamento, los cuales aportarían con los recursos necesarios para coadyuvar en las tareas.
Y, como núcleo central de esas acciones, se iba a contar con la presencia, primero de unos cien mercenarios avezados, con experiencia y entrenamiento internacional, para disuadir a los componentes del ejército regular boliviano, conscriptos bisoños en el arte de la guerra.
Si era necesario, y según avanzara la guerra, porque lo que se buscaba era justamente una guerra civil, a Bolivia podrían llegar mas contingentes de mercenarios y paramilitares.
Grandes movilizaciones de ciudadanos, impulsados por los grupos de poder económico cruceño, apoyarían la aventura.
Eso era lo que planeaba Rozsa Flores, y es sobre todo ello que el pueblo boliviano debe meditar.
Porque no se trata de mirar de lejos, sin mucho interés, las revelaciones que han ido saliendo a luz.
No se trata de mantener una actitud indiferente, como si nada hubiera estado por ocurrir o, peor, como si nada estuviera ocurriendo ahora, porque indudablemente el peligro no ha pasado.
Una vez que ser tiene una investigación bastante avanzada y que, en poco tiempo, seguramente se ha de conocer el plan completo, con la identificación de sus principales autores, lo que se puede esperar es que estos actúen.
Que se movilicen de varias maneras para rechazar los informes, para eludir a la justicia y para acelerar nuevamente los planes separatistas.
No es posible pensar en que, los que están más comprometidos, acepten tranquilamente que la justicia les caiga encima.
Volverán a articular su conspiración, usando probablemente otros pretextos como el de las elecciones, o el registro biométrico o lo que sea, para llevar al país al caos que les interesa con el apoyo, indudablemente, de la prensa derechista del país..
Esa, pues, es la situación que está viviendo nuestra Patria, y es sobre ella todos deben estar advertidos para, en su momento salir en defensa de la unidad nacional
“Con 25.000 muertos, decían, intervendrán las organizaciones internacionales y las potencias del mundo y entonces, obligadamente, se tendrá que negociar una paz que deberá contemplar, también obligadamente, la constitución de otro Estado, en este caso, del Estado independiente de Santa Cruz”.
Ese era el plan y de eso, por lo menos momentáneamente, se salvó Bolivia, con la desarticulación del grupo mercenario de Eduardo Rozsa Flores.
Los alcances de la conspiración y los antecedentes del indicado terrorista, se han ido conociendo cada vez más ampliamente, y ahora lo que queda es que la sociedad boliviana, a traves de sus instituciones, actúe en forma rápida y enérgica, para sancionar a todos quienes han estado apoyando esa criminal aventura.
Porque en este caso se trata de ir absolutamente al fondo, y de no dejar ningún hilo pendiente para castigar a los culpables.
Porque dejar ese hilo, o unos cuantos hilos sueltos, sin conocerse ni resolverse, significaría simplemente posponer, y no aplastar la conspiración, como lo pide el pueblo.
De acuerdo al relato que ha ido haciendo conocer el periodistas español Julio César Alonso, Rozsa Flores quería repetir en Bolivia, lo que hizo en Bosnia y Croacia.
Allí, relata Alonso, cientos de ciudadanos bosnios vieron cómo Rozsa y su gente, asesinaban, violaban y quemaban casas en los barrios musulmanes.
Actuaban sin piedad, cumpliendo a cabalidad su plan que era sembrar el terror y el caos, de modo que una posibilidad de paz sólo pudiera darse con la división de esa región, separando definitivamente a los rivales, como efectivamente ocurrió.
En Santa Cruz iban a atacar a la gente del Plan 3000, por ejemplo, quemando escuelas y hospitales y asesinando personas, para someter el espíritu de esos pobladores, que no comparten la idea de autonomía que manejan los grupos dominantes del departamento.
Y lo mismo iba a suceder en comunidades rurales como Yapacaní, o poblaciones del Chaco favorables al actual gobierno.
Alrededor de Santa Cruz se iba a constituir un cordón para defender el departamento de un avance de las fuerzas del gobierno las que, supuestamente, iban a intentar recuperar la región.
Ese cordón de defensa debía contar con la participación de gente de la Unión Juvenil Cruceñista y de otras agrupaciones juveniles que en su momento se reclutarían, y que acudirían en grandes cantidades pata apoyar la independencia.
También se movilizarían grupos del comité cívico y de la prefectura del departamento, los cuales aportarían con los recursos necesarios para coadyuvar en las tareas.
Y, como núcleo central de esas acciones, se iba a contar con la presencia, primero de unos cien mercenarios avezados, con experiencia y entrenamiento internacional, para disuadir a los componentes del ejército regular boliviano, conscriptos bisoños en el arte de la guerra.
Si era necesario, y según avanzara la guerra, porque lo que se buscaba era justamente una guerra civil, a Bolivia podrían llegar mas contingentes de mercenarios y paramilitares.
Grandes movilizaciones de ciudadanos, impulsados por los grupos de poder económico cruceño, apoyarían la aventura.
Eso era lo que planeaba Rozsa Flores, y es sobre todo ello que el pueblo boliviano debe meditar.
Porque no se trata de mirar de lejos, sin mucho interés, las revelaciones que han ido saliendo a luz.
No se trata de mantener una actitud indiferente, como si nada hubiera estado por ocurrir o, peor, como si nada estuviera ocurriendo ahora, porque indudablemente el peligro no ha pasado.
Una vez que ser tiene una investigación bastante avanzada y que, en poco tiempo, seguramente se ha de conocer el plan completo, con la identificación de sus principales autores, lo que se puede esperar es que estos actúen.
Que se movilicen de varias maneras para rechazar los informes, para eludir a la justicia y para acelerar nuevamente los planes separatistas.
No es posible pensar en que, los que están más comprometidos, acepten tranquilamente que la justicia les caiga encima.
Volverán a articular su conspiración, usando probablemente otros pretextos como el de las elecciones, o el registro biométrico o lo que sea, para llevar al país al caos que les interesa con el apoyo, indudablemente, de la prensa derechista del país..
Esa, pues, es la situación que está viviendo nuestra Patria, y es sobre ella todos deben estar advertidos para, en su momento salir en defensa de la unidad nacional
Cambiar el sentido de la economía, pide la última encíclica papal
“Hay que movilizarse para que la economía evolucione hacia salidas verdaderamente humanas”, señala una parte de la encíclica “Caritas in veritate”, que fue promulgada recientemente por el Papa Benedicto XVI.
Esta encíclica recupera, en ese sentido, y también en alguna medida, la preocupación social expuesta en otros documentos pontificios como la otra encíclica “Populorum Progressio”, difundida en 1967 por el Papa Pablo VI y la “”Solicitudo rei socialis” escrita por Juan Pablo II en 1988.
“La economía debe evolucionar hacia salidas verdaderamente humanas”, dice el documento y eso implica un reconocimiento de que la economía mundial, actualmente, no tiene un sentido humano y que, de esa manera, es una economía anti evangélica.
Cuando a Cristo le preguntaron por qué sus discípulos quebrantaban la ley trabajando en sábado, él les respondió que el hombre no había sido hecho para el sábado, sino que era el sábado el que se había instituido para el hombre.
Que primero estaba el ser humano y que, para facilitar su encuentro cotidiano con Dios, se había ordenado el sábado, pero que ese sábado no tenía sentido si forzaba al ser humano o le significaba algún tipo de opresión.
En la misma medida, el ser humano, los hombres y las mujeres, no pueden estar sometidos a los dictados de la economía, sino que la economía debe estar a su servicio.
Para el sistema capitalista, que se pretendió globalizar en las últimas décadas, lo que primero debe predominar y mandar es el capital y, después, cuando el capital haya sido protegido y asegurada su multiplicación sin límites, entonces recién se debe pensar en los seres humanos.
Con esa lógica resulta que los seres humanos son puesto al servicio del capital, convirtiéndose sólo en simples factores de funcionamiento de la economía.
Esa punto de vista, según la última encíclica, es errada, porque de lo que se trata es de que la economía le sirva al hombre y a la mujer y no al revés.
La economía debe servir para el progreso de los pueblos, para el bienestar de la gente, particularmente de los más pobres, y no tanto así para el mayor enriquecimiento de los ricos.
Con esta aseveración, como bien puede verse, la iglesia católica, a través de su mayor jerarquía, en este caso el Papa, esta recuperando la visión genuinamente evangélica que pareció haber perdido en los últimos tiempos.
En su encíclica recientemente publicada, el Papa Benedicto XI hace otra alusión a la globalización, y a toda su parafernalia tecnológica y comunicacional, y dice que “la sociedad, cada vez más globalizada, nos acerca pero no nos hermana”.
Y ese es otro concepto importante sobre el que se debe meditar, particularmente los creyentes católicos del mundo.
Porque es verdad que, en la multitud de panegíricos que se lanzan sobre la globalización y sus virtudes, se tiende a decir que la humanidad avanza hacia una sociedad planetaria, hacia un mundo donde todos pueden compartir los grandes progresos de la ciencia y de la técnica, y donde las culturas tienden a igualarse y que eso es saludable y bueno para los seres humanos, cuando la cosa dista mucho de ser así.
Porque es cierto que hay mucho progreso tecnológico, pero también es cierto que ese progreso se queda celosamente protegido en ciertos grupos de poder económico de los países desarrollados.
Y es cierto que los países ricos buscan que se levanten todas las fronteras de los países pobres para penetrar con sus corporaciones transnacionales, pero también es evidente que esos países ricos expulsan a los inmigrantes de los países pobres, y adoptan medidas para que no lleguen más.
Y que, en esa misma medida, hasta se multiplican grupos de racistas, neonazis, que cultivan un odio marcado hacia personas de otras razas y culturas.
La globalización está avanzando en un sentido: en el de homogenizar a los pueblos del mundo, según la imagen de las naciones de la cultura dominante.
Busca que todo sean como son en los Estados Unidos o Europa, y como viven en Estados Unidos y Europa, y como piensa en Estados Unidos y Europa.
Pero eso implica un desconocimiento de los valores de las culturas de otras naciones y de otros pueblos, y eso no es otra cosa que una dominación cultural que va aparejada a la dominación económica.
La globalización que se plantea, entonces, en la actualidad, es evidente que nos acerca en un sentido, pero no nos hace hermanos sino que, más bien, permite que unos, los poderosos, subyuguen a otros, a los más débiles, de acuerdo a la lógica del capitalismo.
Ese tipo de sociedad, entonces, no sirve, no es buena, ni puede ser agradable a los ojos de Dios.
Y sobre ello hace alusión la ultima encíclica del Vaticano.
Lo que corresponde ahora es que, en el mundo católico, se reflexione sobre el contenido del documento y que, esa misma línea, se recuperen encíclicas anteriores, que colocaban a la iglesia al lado de los pobres.
Porque, lamentablemente, al haberse olvidado las mismas, muchos jerarcas de nuestras iglesias latinoamericanas, parecen estar más contentos poniéndose al lado de los poderosos, que viviendo las penuria de los pobres.
Esta encíclica recupera, en ese sentido, y también en alguna medida, la preocupación social expuesta en otros documentos pontificios como la otra encíclica “Populorum Progressio”, difundida en 1967 por el Papa Pablo VI y la “”Solicitudo rei socialis” escrita por Juan Pablo II en 1988.
“La economía debe evolucionar hacia salidas verdaderamente humanas”, dice el documento y eso implica un reconocimiento de que la economía mundial, actualmente, no tiene un sentido humano y que, de esa manera, es una economía anti evangélica.
Cuando a Cristo le preguntaron por qué sus discípulos quebrantaban la ley trabajando en sábado, él les respondió que el hombre no había sido hecho para el sábado, sino que era el sábado el que se había instituido para el hombre.
Que primero estaba el ser humano y que, para facilitar su encuentro cotidiano con Dios, se había ordenado el sábado, pero que ese sábado no tenía sentido si forzaba al ser humano o le significaba algún tipo de opresión.
En la misma medida, el ser humano, los hombres y las mujeres, no pueden estar sometidos a los dictados de la economía, sino que la economía debe estar a su servicio.
Para el sistema capitalista, que se pretendió globalizar en las últimas décadas, lo que primero debe predominar y mandar es el capital y, después, cuando el capital haya sido protegido y asegurada su multiplicación sin límites, entonces recién se debe pensar en los seres humanos.
Con esa lógica resulta que los seres humanos son puesto al servicio del capital, convirtiéndose sólo en simples factores de funcionamiento de la economía.
Esa punto de vista, según la última encíclica, es errada, porque de lo que se trata es de que la economía le sirva al hombre y a la mujer y no al revés.
La economía debe servir para el progreso de los pueblos, para el bienestar de la gente, particularmente de los más pobres, y no tanto así para el mayor enriquecimiento de los ricos.
Con esta aseveración, como bien puede verse, la iglesia católica, a través de su mayor jerarquía, en este caso el Papa, esta recuperando la visión genuinamente evangélica que pareció haber perdido en los últimos tiempos.
En su encíclica recientemente publicada, el Papa Benedicto XI hace otra alusión a la globalización, y a toda su parafernalia tecnológica y comunicacional, y dice que “la sociedad, cada vez más globalizada, nos acerca pero no nos hermana”.
Y ese es otro concepto importante sobre el que se debe meditar, particularmente los creyentes católicos del mundo.
Porque es verdad que, en la multitud de panegíricos que se lanzan sobre la globalización y sus virtudes, se tiende a decir que la humanidad avanza hacia una sociedad planetaria, hacia un mundo donde todos pueden compartir los grandes progresos de la ciencia y de la técnica, y donde las culturas tienden a igualarse y que eso es saludable y bueno para los seres humanos, cuando la cosa dista mucho de ser así.
Porque es cierto que hay mucho progreso tecnológico, pero también es cierto que ese progreso se queda celosamente protegido en ciertos grupos de poder económico de los países desarrollados.
Y es cierto que los países ricos buscan que se levanten todas las fronteras de los países pobres para penetrar con sus corporaciones transnacionales, pero también es evidente que esos países ricos expulsan a los inmigrantes de los países pobres, y adoptan medidas para que no lleguen más.
Y que, en esa misma medida, hasta se multiplican grupos de racistas, neonazis, que cultivan un odio marcado hacia personas de otras razas y culturas.
La globalización está avanzando en un sentido: en el de homogenizar a los pueblos del mundo, según la imagen de las naciones de la cultura dominante.
Busca que todo sean como son en los Estados Unidos o Europa, y como viven en Estados Unidos y Europa, y como piensa en Estados Unidos y Europa.
Pero eso implica un desconocimiento de los valores de las culturas de otras naciones y de otros pueblos, y eso no es otra cosa que una dominación cultural que va aparejada a la dominación económica.
La globalización que se plantea, entonces, en la actualidad, es evidente que nos acerca en un sentido, pero no nos hace hermanos sino que, más bien, permite que unos, los poderosos, subyuguen a otros, a los más débiles, de acuerdo a la lógica del capitalismo.
Ese tipo de sociedad, entonces, no sirve, no es buena, ni puede ser agradable a los ojos de Dios.
Y sobre ello hace alusión la ultima encíclica del Vaticano.
Lo que corresponde ahora es que, en el mundo católico, se reflexione sobre el contenido del documento y que, esa misma línea, se recuperen encíclicas anteriores, que colocaban a la iglesia al lado de los pobres.
Porque, lamentablemente, al haberse olvidado las mismas, muchos jerarcas de nuestras iglesias latinoamericanas, parecen estar más contentos poniéndose al lado de los poderosos, que viviendo las penuria de los pobres.
Juraron como abogados, y ya no en el Colegio de Abogados. ¡Qué bien”
Cumplieron con todos los requisitos académicos y luego pronunciaron su juramento para ejercer su profesión, en apego estricto a lo que señalan las leyes y la Constitución Política del Estado.
Y ese juramento no lo hicieron ante el Colegio de Abogados, sino ante la Corte Superior de Justicia.
Y ese fue uno de los hechos más importantes que ocurrió en el campo judicial en los últimos tiempos.
Porque antes los nuevos abogados, para desarrollar su actividad profesional debían, necesariamente inscribirse en el Colegio de Abogados desembolsando, para esa inscripción, la suma de 500 dólares.
Aquel que no tenía los 500 dólares, simplemente no podía desempeñarse como abogado.
Y aquel que, por alguna razón, no deseaba afiliarse al indicado Colegio, tampoco podía desempeñarse como abogado.
Y todo ello constituía una extraña irregularidad que se fue manteniendo a través de las décadas, sin que hubiera nadie que se animara a cambiar la cosa.
Un colegio de profesionales, se entiende, es una entidad de filiación voluntaria que tiene, entre otros objetivos, los de velar por los intereses del gremio, mirando las condiciones en que se desenvuelve y el rol que desarrolla dentro de la sociedad.
Puede también generar debates internos sobre los problemas de la comunidad, y hacer conocer su postura en torno a temas de urgencia nacional.
De la misma forma, puede ocuparse de abrir a sus afiliados posibilidades de superación académica, becas y otras cosas y, por último, desarrollar una labor de confraternización y acercamiento entre sus miembros.
En ese sentido la pertenencia al tal colegio es positiva y conveniente para la gente del ramo.
Lo que no puede, sin embargo, es tomar juramento y autorizar, o no autorizar, a un recién egresado para que el mismo se desempeñe profesionalmente, y menos aun cobrar por la afiliación una suma tan elevada como la de los 500 dólares establecidos como tarifa.
Y, sin embargo, eso venía haciendo el Colegio de Abogados desde hacía muchísimas décadas atrás, vulnerando normas elementales para el libre ejercicio de la profesión
Pero ahora la cosa cambió, y ahora los egresados de la carrera de Derecho podrán inscribirse o no inscribirse en el Colegio de Abogados, sin que eso signifique ningún impedimento para que puedan trabajar en su ramo.
En el acto de pasados días, según información de la prensa, se entregaron 104 credenciales a otros tantos nuevos profesionales, los que se matricularon, de forma gratuita, en la Corte Superior de Justicia.
Como era de esperar, hubo una reacción inmediata del Colegio de Abogados cuyo presidente, Bernardo Wayar, calificó la medida como política.
Lo que no dijo, el señor Wayar, es que él mismo y los otros integrantes del mencionado Colegio de Abogados, pertenecen a los partidos tradicionales neoliberales que manejaron el país en el pasado reciente.
Que son, o fueron, militantes del MNR, de la ADN, del MIR y de los otros partidos que, desde el Congreso, a través de los cuoteos, se hicieron dueños del Poder Judicial, nombrando fiscales, jueces, vocales de la anterior Corte Suprema de Justicia, y de las cortes de distrito, y del Tribunal Constitucional, y del Consejo de la Judicatura.
Ni dijo, el señor Wayar, que desde esos puesto trabajaron arduamente contra el proceso de cambio que viene ocurriendo en el país.
El Colegio de Abogados, pues, fue otro de los bastiones de los partidos tradicionales que se hicieron dueños de su directiva, de modo que ahora resulta natural que reclamen, porque se les está abriendo un hueco muy grande en el poder que tenían.
Positivo, pues, que se haya abierto un Registro Público de Abogados, y que ese registro dependa de la Corte Superior de Justicia y ya no del Colegio de Abogados, cuya función debe ser otra.
Es otro de los cambios positivos que vienen ocurriendo, y que van transformando, la vida del país.
Y ese juramento no lo hicieron ante el Colegio de Abogados, sino ante la Corte Superior de Justicia.
Y ese fue uno de los hechos más importantes que ocurrió en el campo judicial en los últimos tiempos.
Porque antes los nuevos abogados, para desarrollar su actividad profesional debían, necesariamente inscribirse en el Colegio de Abogados desembolsando, para esa inscripción, la suma de 500 dólares.
Aquel que no tenía los 500 dólares, simplemente no podía desempeñarse como abogado.
Y aquel que, por alguna razón, no deseaba afiliarse al indicado Colegio, tampoco podía desempeñarse como abogado.
Y todo ello constituía una extraña irregularidad que se fue manteniendo a través de las décadas, sin que hubiera nadie que se animara a cambiar la cosa.
Un colegio de profesionales, se entiende, es una entidad de filiación voluntaria que tiene, entre otros objetivos, los de velar por los intereses del gremio, mirando las condiciones en que se desenvuelve y el rol que desarrolla dentro de la sociedad.
Puede también generar debates internos sobre los problemas de la comunidad, y hacer conocer su postura en torno a temas de urgencia nacional.
De la misma forma, puede ocuparse de abrir a sus afiliados posibilidades de superación académica, becas y otras cosas y, por último, desarrollar una labor de confraternización y acercamiento entre sus miembros.
En ese sentido la pertenencia al tal colegio es positiva y conveniente para la gente del ramo.
Lo que no puede, sin embargo, es tomar juramento y autorizar, o no autorizar, a un recién egresado para que el mismo se desempeñe profesionalmente, y menos aun cobrar por la afiliación una suma tan elevada como la de los 500 dólares establecidos como tarifa.
Y, sin embargo, eso venía haciendo el Colegio de Abogados desde hacía muchísimas décadas atrás, vulnerando normas elementales para el libre ejercicio de la profesión
Pero ahora la cosa cambió, y ahora los egresados de la carrera de Derecho podrán inscribirse o no inscribirse en el Colegio de Abogados, sin que eso signifique ningún impedimento para que puedan trabajar en su ramo.
En el acto de pasados días, según información de la prensa, se entregaron 104 credenciales a otros tantos nuevos profesionales, los que se matricularon, de forma gratuita, en la Corte Superior de Justicia.
Como era de esperar, hubo una reacción inmediata del Colegio de Abogados cuyo presidente, Bernardo Wayar, calificó la medida como política.
Lo que no dijo, el señor Wayar, es que él mismo y los otros integrantes del mencionado Colegio de Abogados, pertenecen a los partidos tradicionales neoliberales que manejaron el país en el pasado reciente.
Que son, o fueron, militantes del MNR, de la ADN, del MIR y de los otros partidos que, desde el Congreso, a través de los cuoteos, se hicieron dueños del Poder Judicial, nombrando fiscales, jueces, vocales de la anterior Corte Suprema de Justicia, y de las cortes de distrito, y del Tribunal Constitucional, y del Consejo de la Judicatura.
Ni dijo, el señor Wayar, que desde esos puesto trabajaron arduamente contra el proceso de cambio que viene ocurriendo en el país.
El Colegio de Abogados, pues, fue otro de los bastiones de los partidos tradicionales que se hicieron dueños de su directiva, de modo que ahora resulta natural que reclamen, porque se les está abriendo un hueco muy grande en el poder que tenían.
Positivo, pues, que se haya abierto un Registro Público de Abogados, y que ese registro dependa de la Corte Superior de Justicia y ya no del Colegio de Abogados, cuya función debe ser otra.
Es otro de los cambios positivos que vienen ocurriendo, y que van transformando, la vida del país.
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