viernes, 24 de julio de 2009

El bicentenario de la Revolución

Tres elementos caracterizaron la celebración del bicentenrario de la Revolución Paceña.

Primero, que la conmemoración fue paceña, pero primero fue boliviana

Segundo, que se reconocieron las luchas indígenas contra el poder español y de las clases dominantes.

Tercero, que en los actos estuvo presente la nación latinoamericana, representada a través de tres presidentes y muchos cancilleres.

En las marchas y actos cívicos flameó la bandera de La Paz, pero siempre, a su lado, o por encima de ella, estuvo la tricolor boliviana.

Y siempre, en los discursos de las autoridades, se destacó el rol esencial que juega el departamento paceño, al constituirse en el centro integrador del país, donde los orureños se hacen paceños, y los cochabambinos, pandinos, benianos y potosinos, también, y hasta los cruceños y sucrenses, asimilan el espíritu de nuestra hermosa ciudad, y llegan a querer al Illimani, denostando de todo sentimiento que, en sus regiones, intente resquebrar la Patria.

La Paz festejó y en sus festejó emitió un gran mensaje de unidad e integración y de solidaridad boliviana.

“Viva La Paz•”, se gritaba, con la fuerza, la reciedumbre y el ardor que caracteriza a los paceños y los lleva a ser levantiscos y rebeldes.

Pero casi inmediatamente, se gritaba “Viva Bolivia”, y entonces, a la resonancia de ese grito, el país entero saludaba a La Paz en su gran día.

¡Que diferencia con otras regiones donde algunos grupos de poderosos, ya no quieren saber de la bandera boliviana!

Desde Tiwanaku, pasando por muchas manos, llegó la Tea de Murillo.

Esa Tea, en anteriores celebraciones, parecía que ardía circunscrita a los centros urbanos.

Pero ahora, encendida en Tiwanaku, incendió el alma también de los indígenas uniendo en un solo abrazo a todos los que lucharon contra el poder colonial.

Y entonces Murillo, y Jaén y los Lanza, y el cura Medina, e Indaburo, y Jiménez y los demás revolucionarios, se miran ahora, unidos, en el ara de la Patria, a los Katari, a las bartolinas, y a las gregorias, para recibir un solo y profundo homenaje de los paceño de hoy, sobre todo de los jóvenes.

Y es que, a casi 40 años de distancia entre las gestas de uno y otro, un mismo sentimiento era el que guiaba a Túpac katari y a Pedro Domingo Murillo, y a los demás hombres y mujeres que los acompañaban.

El sentimiento de la libertad, el afán y el ansia por la libertad.

De ser dignos, y no dependientes de nadie, porque la dependencia y la servidumbre son situaciones vergonzante que no van a tono con los hombres y mujeres de bien.

Ayer fue la lucha por la independencia y hoy, a pesar de los tiempos transcurridos, esa lucha continua, porque si bien un poder imperial quedó en el pasado, otro poder imperial, el norteamericano, persiste en mantener las cadenas de la ignominia.

Los presidentes de Venezuela, del Ecuador, del Paraguay y los cancilleres de otras naciones latinoamericanas estuvieron junto al presidente Evo Morales en las tribunas de honor, reflejando la decisión de nuestros pueblos, de romper definitivamente con el nuevo poder colonial.

Ese poder tremendo que llega del norte, utilizó, en el pasado, la estrategia de dividir a nuestros pueblos para debilitarlos.

Fue una estrategia en la que contaron con la complicidad de las clases dominantes, latifundistas, empresarios, gente de la banca, que actuaron contra su propia gente, apoyando el poder imperial.

Hoy, en una estrategia contraria, las pueblos latinoamericanos avanzan en la unidad, a través del ALBA, a través de Mercosur, y de otras agrupaciones regionales, para enfrentar y derrotar al imperio.

Se viven, pues, otros tiempos y se viven otras luchas, que serán muy difíciles porque ahora, como fue antes, las señaladas clases dominantes siguen serviles a sus amos, y protagonizan golpe de Estado como el de Honduras, o planes terroristas como el que se desbarató y se viene investigando en Bolivia.

El sentimiento bolivariano de lucha unida por la independencia estuvo presente en los actos por el bicentenario.

Lo mismo que la participación de los pueblos originarios.

Lo mismo que la unidad e integración del país, bajo una sola bandera, y en contra de cualquier afán separatista.

Y todo ello quedó como un mensaje claro para la nación boliviana.

El mensaje bravío y contundente de La Paz, cuna de la libertad y tumba de los tiranos, a decir de una frase que está grabada con fuego en el corazón de los paceños.

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