En el año 2006 en México existían 14 millones 400 mil mexicanos viviendo en condiciones de extrema pobreza.
Para el año 2008, esa cifra aumentó a 19 millones 500 mil.
O sea, casi 20 millones de personas sumamente pobres, que no alcanzan siquiera a cubrir su alimentación diaria..
Ahora, a estos 20 millones de mexicanos muy pobres se suman otros 31 millones de mexicanos un poco menos pobres, pero igualmente pobres, que no pueden satisfacer necesidades básicas como las del transporte, la vivienda o los servicios médicos.
La clase media, por su lado, también se ha empobrecido y muchos van pasando a la categoría de pobres.
Esta, pues, es la realidad de México, un país que ha debido enfrentar la suerte de vivir pegado a la potencia más grande del planeta, vale decir, los Estados Unidos de Norteamérica
Ahora bien, ¿cuáles son las razones por las cuales en México ha ido aumentando la pobreza en cifras tan grandes den los últimos años?
Una de esas razones, seguramente una de las principales, ha sido el tratado de libre comercio que ha firmado con los Estados Unidos y con Canadá.
Ese tratado debía, supuestamente, acelerar el desarrollo mexicano, potenciando sus empresas que debían encontrar, en el mercado ampliado y sin barreras, el mejor espacio para crecer.
Pero no ocurrió así porque, salvo algunos casos, las que crecieron, a costa del mercado mexicano, fueron las transnacionales norteamericanas.
Las mexicanas, en gran porcentaje, no pudieron encarar la desigual competencia y cerraron.
El sector mexicano que más sufrió, luego de la firma del tratado de libre comercio, fue el agrícola.
México, por ejemplo, era uno de los grandes productores y exportadores de maíz, planta que, desde hace milenios, es parte de la cultura de ese pueblo.
Como era lógico, miles de familias campesinas dependían del maíz y depositaban en el maíz todas sus posibilidades de vida y desarrollo.
Pero llegó el tratado de libre comercio y, en el intercambio comercial entre Estados Unidos y México apareció un maíz norteamericano más pequeño y más barato y de menor calidad, que acabó con el maíz mexicano llevando así, a la quiebra, a esas miles de familias que cultivaban el indicado producto.
Y lo mismo que con el maíz, ocurrió con otros rubros agrícolas que no pudieron resistir la competencia.
Una competencia, además, desleal, porque es bien conocido que Estados Unidos subvenciona a sus productores agropecuarios, a pesar del libre mercado que pregona.
En resumidas cuentas, que el tratado de libre comercio con los Estados Unidos, en lugar de constituirse en factor de desarrollo, significó para México una acentuación de sus niveles de pobreza.
Obviamente que, en la última época, a ese factor se sumó la crisis financiera internacional, que está golpeando de modo particular a los Estados Unidos.
México, pegado geográficamente a los Estados Unidos, y encima con un tratado de libre comercio, está sufriendo también, de modo directo, toda la catástrofe que afecta a la economía norteamericana.
Como es natural, esta situación está ocasionando que bajen en alto grado, las condiciones de salud y nutrición de la población mexicana.
Dentro de este cuadro monumental de crisis, aparece ahora una paradoja, una contradicción, monstruosa e intolerable.
Para salvar a los bancos y a las entidades financieras internacionales, las grandes potencias capitalistas han decidido invertir muchos miles de millones de dólares, de modo que el sistema internacional se pueda volver a estabilizar, cosa que además es algo dudosa.
Y, sin embargo, para esas inmensas poblaciones que, como las de México, están entrando a niveles de mayor pobreza, no hay ninguna buena, o fuerte, inversión, que les pueda permitir recuperarse.
Como producto de la crisis internacional, ocasionada por las naciones capitalistas, los bancos entraron en quiebra y millones de seres humanos de nuestras naciones latinoamericanas, empezaron a padecer situaciones de pobreza extrema, como en el caso de México.
Para los bancos sí hubo miles de millones de dólares buscando que se recuperen.
Para los pueblos, para los hombres, mujeres y niños que padecen la crisis, no hubo nada, no hay nada esperándose, seguramente, que simplemente se mueran.
Ese, pues, es el capitalismo internacional, sistema que, por sus dosis de falta de humanidad y por su fracaso, debe ser reemplazado por otro mejor que garantice primero la vida de las personas y no el bienestar de los magnates.
viernes, 24 de julio de 2009
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