Hace algunas semanas se conoció una información, llegada del Brasil, señalando que al puerto de Río Grande había llegado un barco con un inmenso cargamento de basura.
Eran, decía la noticia, 90 contenedores conteniendo desde condones hasta jeringas usadas, desde partes de aparatos electrónicos hasta partes de baños, desde alimentos envasados en estado de descomposición hasta baterías y pilas descargadas e, inclusive,basura doméstica.
Y era, seguía diciendo la noticia, un cargamento que llegaba desde el Reino Unido.
Brasil, en este caso, estaba sirviendo como basurero del Reino Unido.
Ahora, podía pensarse que la tal carga había llegado como equivocación al Brasil, pero no.
No era una equivocación sino un asunto normal porque desde siempre, desde el pasado, los países pobres del mundo han servido como basureros de la basura peligrosa de los países ricos del norte.
Esa basura se la recibía y se la hacía desaparecer enterrándola en zonas selváticas o de poca población a cambio, obviamente, de cientos de miles de dólares que iban a parar, muy en secreto, a los bolsillos de gobernantes amigos del imperio.
A propósito de este tema, el escritor Eduardo Galeano, en su libro “Úselo y tírelo”, referido al maltrato del planeta por parte de las naciones capitalistas, incluye un artículo titulado, justamente “El sur, basurero del norte”, que dice lo siguiente.
“Qué hace el norte con sus inmensidades de basura venenosa para la naturaleza y para la gente?
Las envía a los grandes espacios vacíos del sur y del este, de la mano de sus banqueros, que exigen libertad para la basura a cambio de sus créditos, y de la mano de sus gobiernos que ofrecen sobornos.
La organización Greenpeace ha demostrado que Alemania gastaría mil marcos neutralizando cada tonelada de residuos peligrosos, pero gastando nada más que cien los exporta a Rusia o al África o a América Latina.
Los veinticinco países que forman la Organización para la Cooperación en el Desarrollo Económico del Tercer Mundo, producen el 98 % de los desechos venenosos de todo el planeta.
Ellos cooperan con el desarrollo regalando al Tercer Mundo su mierda radiactiva y la otra basura tóxica que no saben dónde meter.
Prohíben la importación de sustancias contaminantes y las derraman generosamente sobre los países pobres.
Hacen con la basura lo mismo que con los pesticidas y abonos químicos prohibidos en casa: los exportan al sur bajo otros nombres.
Buena parte de la basura norteamericana que se descarga sobre México, por ejemplo, llega envuelta en “proyectos de desarrollo” o disfrazada de “ayuda humanitaria”, y no es por casualidad que la zona fronteriza es la más contaminada del planeta y el Río Bravo el más envenenado.
Aunque la mayor parte de la basura se vuelca de contrabando, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos reconoce que México recibió “legalmente” en 1992, 72 mil toneladas de desechos tóxicos de su vecino.
Siete veces más que el año anterior.
El ex presidente de la Argentina, Carlos Menem, ofreció su país diciendo “aquí tenemos mucho lugar”.
La ley argentina impide el ingreso de residuos peligrosos, pero para resolver el problema basta un certificado de inocuidad expedido por el país que quiera desprenderse de ellos”.
Ese, el interesante fragmento del libro de Galeano, hablando sobre la exportación de basura de los países ricos del norte a los países pobres del mundo.
Esta conducta, como se ve, grafica la forma despectiva con que los países poderosos tratan a los países pobres, haciéndoles objeto no sólo de una permanente explotación en el intercambio comercial, no sólo de una depredación de los recursos naturales, sino usándolos como depósitos de la basura peligrosa que no quieren tener en su territorio.
martes, 4 de agosto de 2009
“La descolonización del saber”, artículo de Ramón Rocha Monroy
El gran desafío de los bolivianos es ahora construir un nuevo país.
Dejas atrás esa nación que fuimos, que se fundó basada en la injusticia y que caminó 184 años por vericuetos de enfrentamientos internos, y de unas clases sociales minoritarias, económicamente poderosas, viviendo vidas de lujo a costa de otras clases sociales, mayoritarias, sobreviviendo a duras penas a la pobreza y, muchas veces, a la miseria.
Un Estado, peor todavía, donde predominó la discriminación racial que impidió la plena unidad de la Patria.
Esa unidad es la que ahora es preciso construir eliminando, justamente, las barreras raciales, que algunos racistas intentan todavía mantener, y reconociéndonos todos como iguales, como hermanos, como bolivianos.
Para este reconocimiento, debemos comenzar por entender al otro y por valorarlo en lo que es, y por aprender de lo que pueda enseñarnos, que siempre será mucho.
Ramón Rocha Monroy, analista y escritor, se refirió recientemente a este tema en un artículo que vale la pena reiterarlo.
El señalado artículo, titulado la Descolonización del saber, dice lo siguiente.
“La palabra indígena tiene un significado escueto; “nacido aquí”, no importa dónde ni la raza a la que uno pertenezca.
El significado de la palabra originaria se ha relativizado por obra del mestizaje.
Ambas palabras generan desconcierto en quienes tenemos una identidad dudosa, pues a ratos somos españoles y a ratos indios, para no hablar de otras sangres que vinieron a sumarse a esta mezcla: un poco negros, un poco chinos, quizá un poco arios, o eslavos, o nórdicos...
Pienso que una buena forma, no sé si exacta pero útil, de superar el desconcierto, es la de considerar las palabras indígena y originario en términos culturales, en términos de adhesión cultural.
Así uno puede ser blanco, rubio y de ojos celestes, pero al mismo tiempo cultor de una herencia intelectual y moral andina o amazónica.
Esta adhesión es un acto de pertenencia que fabrica una identidad colectiva: nos sentimos orgullosos de pertenecer a una tradición andina y amazónica respetuosa de la naturaleza y del ser humano y queremos rescatar sus valores para convertirlos en una filosofía de vida.
Esta es una actitud central de la descolonización del saber y del ser: interesarnos por los mitos, la historia, la técnica, los usos y costumbres de la civilización andina y amazónica y hacerlos parte de nuestra concepción del mundo y de nuestra forma de vida.
Quizá entonces percibamos que, junto al prejuicio de clase, nos enturbia la visión el prejuicio de etnia, porque hay gente que se resiste a conocer sus raíces y prefiere ocultarlas en un gesto de bipolaridad o de esquizofrenia colectiva.
Carlos Montenegro, otro valioso descolonizador del conocimiento de nuestra historia, fustigaba a esos “chulupis con tongo”, esos mestizos de la Rosca, vestidos a la última moda de París, que despreciaban lo nuestro y ejercían una “furiosa autodenigración”, atribuyendo todos nuestros males a nuestra herencia racial andina y amazónica.
“Chulupis con tongo” hay en todas las épocas: tienen miedo de verse a sí mismos en el espejo de la raza y reconocer en sus fisonomías rasgos ancestrales.
Es curioso comprobar la facilidad con que admiramos otras culturas y la represión íntima que sufrimos al tratar de valorar las nuestras.
El propio Octavio Paz, con toda su lucidez y su falta de prejuicios, ha dedicado reflexiones extraordinarias a la cultura brahamánica expresadas en ensayos y poemas que no tienen una reflexión paralela sobre las culturas mexicanas.
Franz Tamayo, de raíces indias, era un habitante del Olimpo, aunque formuló los lineamientos de la pedagogía nacional.
Fernando Diez de Medina dirigió la atención de los jóvenes hacia los mitos andinos, el mayor de sus méritos.
En fin, Fausto Reynaga formuló las bases del Partido Indio de Bolivia, prefigurando una coyuntura política remota, que sólo hoy ha hecho eclosión, años después de la muerte de su ideólogo.
No hay que tomar la adhesión a estos temas en un sentido natural.
No se trata de una adhesión étnica sino filosófica y cultural.
Ese camino está abierto para todos y en ello finca su grandeza”.
Ese el interesante artículo de Ramón Rocha Monroy, comentando la necesidad de los bolivianos, de encontrarnos en nuestras culturas originarias, base de nuestra identidad y de nuestro rostro hacia el mundo.
Dejas atrás esa nación que fuimos, que se fundó basada en la injusticia y que caminó 184 años por vericuetos de enfrentamientos internos, y de unas clases sociales minoritarias, económicamente poderosas, viviendo vidas de lujo a costa de otras clases sociales, mayoritarias, sobreviviendo a duras penas a la pobreza y, muchas veces, a la miseria.
Un Estado, peor todavía, donde predominó la discriminación racial que impidió la plena unidad de la Patria.
Esa unidad es la que ahora es preciso construir eliminando, justamente, las barreras raciales, que algunos racistas intentan todavía mantener, y reconociéndonos todos como iguales, como hermanos, como bolivianos.
Para este reconocimiento, debemos comenzar por entender al otro y por valorarlo en lo que es, y por aprender de lo que pueda enseñarnos, que siempre será mucho.
Ramón Rocha Monroy, analista y escritor, se refirió recientemente a este tema en un artículo que vale la pena reiterarlo.
El señalado artículo, titulado la Descolonización del saber, dice lo siguiente.
“La palabra indígena tiene un significado escueto; “nacido aquí”, no importa dónde ni la raza a la que uno pertenezca.
El significado de la palabra originaria se ha relativizado por obra del mestizaje.
Ambas palabras generan desconcierto en quienes tenemos una identidad dudosa, pues a ratos somos españoles y a ratos indios, para no hablar de otras sangres que vinieron a sumarse a esta mezcla: un poco negros, un poco chinos, quizá un poco arios, o eslavos, o nórdicos...
Pienso que una buena forma, no sé si exacta pero útil, de superar el desconcierto, es la de considerar las palabras indígena y originario en términos culturales, en términos de adhesión cultural.
Así uno puede ser blanco, rubio y de ojos celestes, pero al mismo tiempo cultor de una herencia intelectual y moral andina o amazónica.
Esta adhesión es un acto de pertenencia que fabrica una identidad colectiva: nos sentimos orgullosos de pertenecer a una tradición andina y amazónica respetuosa de la naturaleza y del ser humano y queremos rescatar sus valores para convertirlos en una filosofía de vida.
Esta es una actitud central de la descolonización del saber y del ser: interesarnos por los mitos, la historia, la técnica, los usos y costumbres de la civilización andina y amazónica y hacerlos parte de nuestra concepción del mundo y de nuestra forma de vida.
Quizá entonces percibamos que, junto al prejuicio de clase, nos enturbia la visión el prejuicio de etnia, porque hay gente que se resiste a conocer sus raíces y prefiere ocultarlas en un gesto de bipolaridad o de esquizofrenia colectiva.
Carlos Montenegro, otro valioso descolonizador del conocimiento de nuestra historia, fustigaba a esos “chulupis con tongo”, esos mestizos de la Rosca, vestidos a la última moda de París, que despreciaban lo nuestro y ejercían una “furiosa autodenigración”, atribuyendo todos nuestros males a nuestra herencia racial andina y amazónica.
“Chulupis con tongo” hay en todas las épocas: tienen miedo de verse a sí mismos en el espejo de la raza y reconocer en sus fisonomías rasgos ancestrales.
Es curioso comprobar la facilidad con que admiramos otras culturas y la represión íntima que sufrimos al tratar de valorar las nuestras.
El propio Octavio Paz, con toda su lucidez y su falta de prejuicios, ha dedicado reflexiones extraordinarias a la cultura brahamánica expresadas en ensayos y poemas que no tienen una reflexión paralela sobre las culturas mexicanas.
Franz Tamayo, de raíces indias, era un habitante del Olimpo, aunque formuló los lineamientos de la pedagogía nacional.
Fernando Diez de Medina dirigió la atención de los jóvenes hacia los mitos andinos, el mayor de sus méritos.
En fin, Fausto Reynaga formuló las bases del Partido Indio de Bolivia, prefigurando una coyuntura política remota, que sólo hoy ha hecho eclosión, años después de la muerte de su ideólogo.
No hay que tomar la adhesión a estos temas en un sentido natural.
No se trata de una adhesión étnica sino filosófica y cultural.
Ese camino está abierto para todos y en ello finca su grandeza”.
Ese el interesante artículo de Ramón Rocha Monroy, comentando la necesidad de los bolivianos, de encontrarnos en nuestras culturas originarias, base de nuestra identidad y de nuestro rostro hacia el mundo.
¡Nos miran como a basureros!
Real y verdaderamente parece que nuestros países latinoamericanos se han constituido en los basureros de las potencias capitalistas del norte.
Así, por lo menos, lo indica una noticia proveniente del Brasil, y aparecida recientemente en la prensa.
La noticia dice, concretamente, lo siguiente.
“El presidente del Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva dijo en Sao Paulo, que su país va a devolver las toneladas de basura que llegaron en el interior de 90 contenedores desde el Reino Unido.
No queremos importar basura de nadie y tampoco vamos a mandar nuestra basura a nadie, dijo Lula.
Sólo tenemos una salida, devolver los contenedores.
Los contenedores llegaron a diferentes puertos brasileros repletos de basura doméstica, pero también baños químicos, pañales, condones, jeringas usadas y residuos de electrónica.
La primera carga, en el puerto de Río Grande, fue descubierta por una llamada anónima que alertó a la aduana, que sospecha que algunos de los contenedores llegaron en noviembre pasado.
Lula aprovechó para criticar las barreras que impone la Unión Europea a algunos productos brasileros como el etanol, por su supuesta agresividad contra el medio ambiente”
Eso dice la información y la misma, como se ve, es absolutamente indignante.
El Reino Unido estaba enviando basura real al Brasil esperando, a lo mejor, que la misma fuera enterrada en algún lugar lejano de la selva brasilera, como muchas veces ha debido ocurrir con la complicidad de gobiernos anteriores.
Por ese operativo es seguro que el Reino Unido ha debido hacer llegar una buena coima, un buen soborno, a las autoridades encargadas de recibir la basura y luego enterrarla.
Porque no se puede entender que 90 tremendos contenedores de basura se reciban y luego se hagan desaparecer sin la complicidad de alguna autoridad.
El presidente Lula, pues, devolverá la basura, pero lo ocurrido debe alertar a otras naciones, las cuales, seguramente, deben también estar sufriendo agresiones parecidas.
Debe alertar a las autoridades bolivianas para que detengan la basura que llega disfrazada como productos de uso normal.
Por ejemplo, a nuestro país siguen ingresando los llamados “autos chatarra”.
Estas movilidades ya vencieron su tiempo de vida y constituyen un peligro, a pesar de los arreglos que se les puedan hacer.
Se las acondiciona y sirven como movilidades públicas, particularmente en la ciudad de La Paz, constituyendo un atentado contra los derechos de los paceños a contar con un servicio digno de transporte urbano y rural.
Llega también la ropa usada y aunque mucha gente vive de su venta, lo cierto es que la misma significa, no sólo una humillación para los bolivianos, sino otro peligro esta vez de tipo sanitario.
La basura llega también de contrabando en forma de productos farmacéuticos que son prohibidos en otros países por su peligrosidad, pero que se los expende y utiliza en Bolivia porque, claro, los bolivianos somos ciudadanos de tercera clase cuyas vidas valen menos que las vidas de norteamericanos, ingleses o franceses.
Muchas veces se han dado casos en los que hasta alimentos envasados ya vencidos, fueron introducidos a nuestro país y vendidos con la fecha cambiada.
Alimentos, autos, productos farmacéuticos, ropa basura son, pues, consumidas por el pueblo boliviano, sin que haya acciones demasiado enérgicas de las autoridades para detener estos atentados.
Ahora, más grave aun, se han conocido casos en los que gobiernos de otros países accedieron a recibir basura atómica, de esa que no pierde su peligrosidad en cientos, y hasta miles, de años, para enterrarla en algún punto de sus territorios a cambio de buenas millones de dólares que iban a parar a bolsillos de los gobernantes.
Los países del norte, los países capitalistas, miran a nuestras naciones como a basureros donde pueden depositar sus desechos.
Y miran a nuestra gente como a pordiose4ros que se contentan con los restos de sus banquetes.
Un asunto indignante que debe cambiar con una lucha enérgica por el cambio.
Así, por lo menos, lo indica una noticia proveniente del Brasil, y aparecida recientemente en la prensa.
La noticia dice, concretamente, lo siguiente.
“El presidente del Brasil, Luiz Inacio Lula Da Silva dijo en Sao Paulo, que su país va a devolver las toneladas de basura que llegaron en el interior de 90 contenedores desde el Reino Unido.
No queremos importar basura de nadie y tampoco vamos a mandar nuestra basura a nadie, dijo Lula.
Sólo tenemos una salida, devolver los contenedores.
Los contenedores llegaron a diferentes puertos brasileros repletos de basura doméstica, pero también baños químicos, pañales, condones, jeringas usadas y residuos de electrónica.
La primera carga, en el puerto de Río Grande, fue descubierta por una llamada anónima que alertó a la aduana, que sospecha que algunos de los contenedores llegaron en noviembre pasado.
Lula aprovechó para criticar las barreras que impone la Unión Europea a algunos productos brasileros como el etanol, por su supuesta agresividad contra el medio ambiente”
Eso dice la información y la misma, como se ve, es absolutamente indignante.
El Reino Unido estaba enviando basura real al Brasil esperando, a lo mejor, que la misma fuera enterrada en algún lugar lejano de la selva brasilera, como muchas veces ha debido ocurrir con la complicidad de gobiernos anteriores.
Por ese operativo es seguro que el Reino Unido ha debido hacer llegar una buena coima, un buen soborno, a las autoridades encargadas de recibir la basura y luego enterrarla.
Porque no se puede entender que 90 tremendos contenedores de basura se reciban y luego se hagan desaparecer sin la complicidad de alguna autoridad.
El presidente Lula, pues, devolverá la basura, pero lo ocurrido debe alertar a otras naciones, las cuales, seguramente, deben también estar sufriendo agresiones parecidas.
Debe alertar a las autoridades bolivianas para que detengan la basura que llega disfrazada como productos de uso normal.
Por ejemplo, a nuestro país siguen ingresando los llamados “autos chatarra”.
Estas movilidades ya vencieron su tiempo de vida y constituyen un peligro, a pesar de los arreglos que se les puedan hacer.
Se las acondiciona y sirven como movilidades públicas, particularmente en la ciudad de La Paz, constituyendo un atentado contra los derechos de los paceños a contar con un servicio digno de transporte urbano y rural.
Llega también la ropa usada y aunque mucha gente vive de su venta, lo cierto es que la misma significa, no sólo una humillación para los bolivianos, sino otro peligro esta vez de tipo sanitario.
La basura llega también de contrabando en forma de productos farmacéuticos que son prohibidos en otros países por su peligrosidad, pero que se los expende y utiliza en Bolivia porque, claro, los bolivianos somos ciudadanos de tercera clase cuyas vidas valen menos que las vidas de norteamericanos, ingleses o franceses.
Muchas veces se han dado casos en los que hasta alimentos envasados ya vencidos, fueron introducidos a nuestro país y vendidos con la fecha cambiada.
Alimentos, autos, productos farmacéuticos, ropa basura son, pues, consumidas por el pueblo boliviano, sin que haya acciones demasiado enérgicas de las autoridades para detener estos atentados.
Ahora, más grave aun, se han conocido casos en los que gobiernos de otros países accedieron a recibir basura atómica, de esa que no pierde su peligrosidad en cientos, y hasta miles, de años, para enterrarla en algún punto de sus territorios a cambio de buenas millones de dólares que iban a parar a bolsillos de los gobernantes.
Los países del norte, los países capitalistas, miran a nuestras naciones como a basureros donde pueden depositar sus desechos.
Y miran a nuestra gente como a pordiose4ros que se contentan con los restos de sus banquetes.
Un asunto indignante que debe cambiar con una lucha enérgica por el cambio.
La conspiración terrorista no se detiene
Sería un error pensar que la conspiración terrorista va a detenerse.
Los conspiradores saben que, con el avance de las investigaciones, van a tener que responder por sus acciones ante la justicia boliviana y, entonces, usando cualquier pretexto, seguirán adelante con sus planes para desestabilizar la democracia y llevar al país a una guerra civil.
El corolario final de esa guerra civil tendría que ser, según los terroristas planeaban, la división de Bolivia.
Un ejemplo de ese accionar se conoció hace pocos días, con la publicación de una separata de 12 páginas en el periódico La Razón, y donde se desvirtúa la democracia, se ataca al gobierno, se cuestionan las investigaciones sobre el tema terrorista, y se apoya los planes separatistas.
Esa separata es firmada por una organización que se autodenomina Confederación Nacional de Naciones Indígenas Originarios de Bolivia CONNIOB.
Una organización, obviamente apócrifa, que pretende representar nada menos que a los pueblos originarios del país los cuales, como lo sabe todo el mundo, están apoyando y no están en contra del actual gobierno.
Dicha organización, se entiende claramente, está financiada por los grupos dominantes del oriente boliviano, los mismos grupos que financiaron a Eduardo Rozsa Flores y a los mercenarios que llegaron para bañar en sangre el suelo boliviano.
La separata aparecida en el periódico La Razón, con el título de Especial, a todo color, fue pagada, y no pudo ser pagada por ninguna organización indígena las cuales, lo saben todos, no cuentan con recursos para este tipo de publicaciones.
Si se considera que cada página cuesta alrededor de 20 mil Bolivianos, y si se sabe que la separata tenía 12 páginas, los que la publicaron tuvieron que gastar alrededor de 200 mil Bolivianos.
Una suma tan grande que sólo pudo ser asumida por los poderosos grupos de poder económico que se hallan en la aventura terrorista.
Esa aventura terrorista, que tenía que derivar en una guerra civil, iba a costar al país al menos 25 mil muertos, según un cálculo establecido por el propio Eduardo Roza Flores.
Con ese número de muertos, planeaba Rozsa Flores, la comunidad internacional se iba a ver obligada a intervenir, en busca de la paz, la cual debía derivar, como única solución, en la división del territorio boliviano.
Eduardo Rozsa Flores, según se fue conociendo por las investigaciones, tenía planeada la llegada, en un primer momento, de 100 avezados mercenarios especialmente entrenados, con experiencia en guerras internacionales, para dirigir a los grupos de cruceños de orientación derechista que se buscaba conformar, entre ellos gente de la Unión Juvenil Cruceñista.
Rozsa Flores planeaba volar puentes y atentar contra escuelas y hospitales, y asesinar, indiscriminadamente, a niños, jóvenes y ancianos de todos los sectores, porque su afán era conmocionar gravemente al país.
Rozsa Flores había establecido contactos para traer armas de Croacia y Hungría, pensando que en Bolivia le podía faltar armamento.
Dentro de ese armamento importado se buscaba hacer llegar lanzagranadas RPG y hasta cañones, y mucho C4, que es un explosivo de muy alta potencia.
Rozsa Flores, increíblemente, tenía previsto filmar una película con imágenes reales producto de su intervención en Santa Cruz.
La película sería financiada desde afuera, Rozsa Flores y su gente pondrían las balas y las explosiones terroristas, y los bolivianos pondrían los muertos y el dolor.
Un plan increíblemente siniestro que, a Dios gracias, fue descubierto y detenido.
Ahora, ¿quiénes financiaron la llegada del mercenario Rozsa Fores?
¿Hacia dónde apuntan las investigaciones?
Los datos han ido señalando ya algunos nombres, entre los cuales están Branco Marinkovic, ex presidente del comité cívico cruceño, y otros miembros de ese comité y de la prefectura cruceña, como Germán Antelo, Sergio Antelo, Eduardo Paz y Mauricio Roca.
Como puede verse, entre los planes terroristas en investigación y la separata publicada en el periódico La Razón, existe una lógica relación.
Las fuentes de financiamiento tienen que ser las mismas.
Un asunto que muestra, pues, que la conspiración persiste, y que no se va a detener fácilmente.
Los conspiradores saben que, con el avance de las investigaciones, van a tener que responder por sus acciones ante la justicia boliviana y, entonces, usando cualquier pretexto, seguirán adelante con sus planes para desestabilizar la democracia y llevar al país a una guerra civil.
El corolario final de esa guerra civil tendría que ser, según los terroristas planeaban, la división de Bolivia.
Un ejemplo de ese accionar se conoció hace pocos días, con la publicación de una separata de 12 páginas en el periódico La Razón, y donde se desvirtúa la democracia, se ataca al gobierno, se cuestionan las investigaciones sobre el tema terrorista, y se apoya los planes separatistas.
Esa separata es firmada por una organización que se autodenomina Confederación Nacional de Naciones Indígenas Originarios de Bolivia CONNIOB.
Una organización, obviamente apócrifa, que pretende representar nada menos que a los pueblos originarios del país los cuales, como lo sabe todo el mundo, están apoyando y no están en contra del actual gobierno.
Dicha organización, se entiende claramente, está financiada por los grupos dominantes del oriente boliviano, los mismos grupos que financiaron a Eduardo Rozsa Flores y a los mercenarios que llegaron para bañar en sangre el suelo boliviano.
La separata aparecida en el periódico La Razón, con el título de Especial, a todo color, fue pagada, y no pudo ser pagada por ninguna organización indígena las cuales, lo saben todos, no cuentan con recursos para este tipo de publicaciones.
Si se considera que cada página cuesta alrededor de 20 mil Bolivianos, y si se sabe que la separata tenía 12 páginas, los que la publicaron tuvieron que gastar alrededor de 200 mil Bolivianos.
Una suma tan grande que sólo pudo ser asumida por los poderosos grupos de poder económico que se hallan en la aventura terrorista.
Esa aventura terrorista, que tenía que derivar en una guerra civil, iba a costar al país al menos 25 mil muertos, según un cálculo establecido por el propio Eduardo Roza Flores.
Con ese número de muertos, planeaba Rozsa Flores, la comunidad internacional se iba a ver obligada a intervenir, en busca de la paz, la cual debía derivar, como única solución, en la división del territorio boliviano.
Eduardo Rozsa Flores, según se fue conociendo por las investigaciones, tenía planeada la llegada, en un primer momento, de 100 avezados mercenarios especialmente entrenados, con experiencia en guerras internacionales, para dirigir a los grupos de cruceños de orientación derechista que se buscaba conformar, entre ellos gente de la Unión Juvenil Cruceñista.
Rozsa Flores planeaba volar puentes y atentar contra escuelas y hospitales, y asesinar, indiscriminadamente, a niños, jóvenes y ancianos de todos los sectores, porque su afán era conmocionar gravemente al país.
Rozsa Flores había establecido contactos para traer armas de Croacia y Hungría, pensando que en Bolivia le podía faltar armamento.
Dentro de ese armamento importado se buscaba hacer llegar lanzagranadas RPG y hasta cañones, y mucho C4, que es un explosivo de muy alta potencia.
Rozsa Flores, increíblemente, tenía previsto filmar una película con imágenes reales producto de su intervención en Santa Cruz.
La película sería financiada desde afuera, Rozsa Flores y su gente pondrían las balas y las explosiones terroristas, y los bolivianos pondrían los muertos y el dolor.
Un plan increíblemente siniestro que, a Dios gracias, fue descubierto y detenido.
Ahora, ¿quiénes financiaron la llegada del mercenario Rozsa Fores?
¿Hacia dónde apuntan las investigaciones?
Los datos han ido señalando ya algunos nombres, entre los cuales están Branco Marinkovic, ex presidente del comité cívico cruceño, y otros miembros de ese comité y de la prefectura cruceña, como Germán Antelo, Sergio Antelo, Eduardo Paz y Mauricio Roca.
Como puede verse, entre los planes terroristas en investigación y la separata publicada en el periódico La Razón, existe una lógica relación.
Las fuentes de financiamiento tienen que ser las mismas.
Un asunto que muestra, pues, que la conspiración persiste, y que no se va a detener fácilmente.
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