martes, 4 de agosto de 2009

“El sur, basurero del norte”, artículo de Eduardo Galeano

Hace algunas semanas se conoció una información, llegada del Brasil, señalando que al puerto de Río Grande había llegado un barco con un inmenso cargamento de basura.

Eran, decía la noticia, 90 contenedores conteniendo desde condones hasta jeringas usadas, desde partes de aparatos electrónicos hasta partes de baños, desde alimentos envasados en estado de descomposición hasta baterías y pilas descargadas e, inclusive,basura doméstica.

Y era, seguía diciendo la noticia, un cargamento que llegaba desde el Reino Unido.

Brasil, en este caso, estaba sirviendo como basurero del Reino Unido.

Ahora, podía pensarse que la tal carga había llegado como equivocación al Brasil, pero no.

No era una equivocación sino un asunto normal porque desde siempre, desde el pasado, los países pobres del mundo han servido como basureros de la basura peligrosa de los países ricos del norte.

Esa basura se la recibía y se la hacía desaparecer enterrándola en zonas selváticas o de poca población a cambio, obviamente, de cientos de miles de dólares que iban a parar, muy en secreto, a los bolsillos de gobernantes amigos del imperio.

A propósito de este tema, el escritor Eduardo Galeano, en su libro “Úselo y tírelo”, referido al maltrato del planeta por parte de las naciones capitalistas, incluye un artículo titulado, justamente “El sur, basurero del norte”, que dice lo siguiente.

“Qué hace el norte con sus inmensidades de basura venenosa para la naturaleza y para la gente?

Las envía a los grandes espacios vacíos del sur y del este, de la mano de sus banqueros, que exigen libertad para la basura a cambio de sus créditos, y de la mano de sus gobiernos que ofrecen sobornos.

La organización Greenpeace ha demostrado que Alemania gastaría mil marcos neutralizando cada tonelada de residuos peligrosos, pero gastando nada más que cien los exporta a Rusia o al África o a América Latina.

Los veinticinco países que forman la Organización para la Cooperación en el Desarrollo Económico del Tercer Mundo, producen el 98 % de los desechos venenosos de todo el planeta.

Ellos cooperan con el desarrollo regalando al Tercer Mundo su mierda radiactiva y la otra basura tóxica que no saben dónde meter.

Prohíben la importación de sustancias contaminantes y las derraman generosamente sobre los países pobres.

Hacen con la basura lo mismo que con los pesticidas y abonos químicos prohibidos en casa: los exportan al sur bajo otros nombres.

Buena parte de la basura norteamericana que se descarga sobre México, por ejemplo, llega envuelta en “proyectos de desarrollo” o disfrazada de “ayuda humanitaria”, y no es por casualidad que la zona fronteriza es la más contaminada del planeta y el Río Bravo el más envenenado.

Aunque la mayor parte de la basura se vuelca de contrabando, la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos reconoce que México recibió “legalmente” en 1992, 72 mil toneladas de desechos tóxicos de su vecino.

Siete veces más que el año anterior.

El ex presidente de la Argentina, Carlos Menem, ofreció su país diciendo “aquí tenemos mucho lugar”.

La ley argentina impide el ingreso de residuos peligrosos, pero para resolver el problema basta un certificado de inocuidad expedido por el país que quiera desprenderse de ellos”.

Ese, el interesante fragmento del libro de Galeano, hablando sobre la exportación de basura de los países ricos del norte a los países pobres del mundo.

Esta conducta, como se ve, grafica la forma despectiva con que los países poderosos tratan a los países pobres, haciéndoles objeto no sólo de una permanente explotación en el intercambio comercial, no sólo de una depredación de los recursos naturales, sino usándolos como depósitos de la basura peligrosa que no quieren tener en su territorio.

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