El concepto ha sido expresado por el presidente Evo Morales, y ahora adquiere categoría universal.
La Tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la Tierra.
Un idea fundamental de la cual se desprende toda una filosofía, una conducta ante la vida, una manera nueva de encarar y definir las relaciones entre las naciones y entre los seres humanos, un cuerpo de derechos nuevos sobre los que antes no se había pensado demasiado.
Los derechos del planeta y, con él, los derechos de todos los seres vivos, incluidos los hombres y las mujeres, que fueron reconocidos en el foro mundial de las Naciones Unidas, luego de la intervención del presidente boliviano.
El principio abre un camino para entender que antes del ser humano estaba la Tierra.
Que de la Tierra surgió la vida y que, en una línea de sabiduría, los seres humanos deben convivir con ella, entendiendo sus ritmos vitales, la necesidad de su regeneración permanente, la urgencia de no depredarla, porque su sobre explotación y falta de respeto a la naturaleza significará, al final de cuentas, la destrucción de la señalada vida incluidas, por supuesto, las de los hombres y mujeres del planeta.
Eso significa que, a partir de ahora, las naciones de la Tierra deberán modificar, en gran medida, las formas con las cuales han explotado los recursos naturales, y las lógicas con las cuales han encarado el desarrollo.
Ello apunta, de modo particular, al modelo capitalista, el cual está basado, justamente, en un enriquecimiento sin límites, de personas y países, aun cuando para ello se deba destruir la naturaleza, o se deba contaminar el medio ambiente, o se tenga que llevar a la miseria a poblaciones enteras, o se tenga que degradar valores culturales.
El capitalismo funciona con el principio de que por encima del ser humano, y por encima de la Tierra, está el capital.
Que el dinero vale más que las personas y más que la naturaleza, y que la Tierra, el planeta entero, debe someterse a su poder.
El desarrollo es entendido por el capitalismo, como la simple acumulación de bienes y como el consumo irrestricto y mientras más amplio, mejor.
Los conceptos de la solidaridad o de la fraternidad, son algo que se halla absolutamente fuera de su lógica.
Por ello, si para ganar dinero se debe tumbar gobiernos, o destruir democracias o imponer dictaduras, pues se derriban gobiernos, se destruyen democracias y se imponen dictaduras.
Del mismo modo, si para acumular bienes y capitales se tiene que envenenar ríos y mares, o se tiene que acabar con los bosques, o se debe destruir la capa de ozono, pues se envenenan los ríos y los mares, y se derriban los bosques, y se destruye la capa de ozono.
Aun cuando el planeta quede reducido a un desierto, y aun cuando la vida sea puesta al borde de la extinción, para el capitalismo sigue importando, primero, la necesidad de mantener incólumes sus ganancias, y mientras más altas mejor.
Por supuesto que la guerra y las invasiones y el derramamiento de sangre, están incluidos en las estrategias de dominio que apuntalan el capitalismo.
Ahora, toda esa manera de hacer las cosas y de organizar la economía, tendrán que modificarse necesariamente, porque las Naciones Unidas han aprobado una resolución que proclama que la Tierra y sus ecosistemas son nuestro hogar, y que el ser humano debe buscar un equilibrio justo entre el aprovechamiento de la naturaleza y la satisfacción de sus necesidades económicas.
La propuesta boliviana, aprobada en Naciones Unidas, considera cuatro principios fundamentales.
Primero, el respeto a los ecosistemas, para garantizar la vida del ser humano y de todas las especies animales y vegetales que existen en el planeta.
Segundo, el derecho a la regeneración de la biocapacidad, de modo que se evite llegar a un límite desde el cual la destrucción sea inevitable.
Es mejor producir oxígeno y no dióxido de carbono, sostuvo el presidente Morales en las Naciones Unidas.
Tercero, derecho a una naturaleza limpia que permita una vida limpia, libre de los envenenamientos que destruyen la naturaleza.
Cuarto, el principio de una convivencia armoniosa con la naturaleza entendiendo, justamente, que la Tierra no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a la Tierra.
A partir de la resolución, la fecha del 22 de abril ha sido instituida como el Día Mundial de la Madre Tierra.
No se habla ya, simplemente, de la Tierra, sino de la Madre Tierra, aspecto que incorpora el concepto de las naciones originarias, de Bolivia y de otros lugares del mundo, en sentido de que el planeta es una entidad viva, que nos cuida, nos alimenta, nos da bienestar y vida, lo mismo que una madre.
Un hecho sobresaliente, una resolución trascendental, que muestra el respeto y la consideración con que las naciones del mundo acogen las iniciativas bolivianas.
martes, 19 de mayo de 2009
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