miércoles, 4 de febrero de 2009

La nueva Constitución, ¿factor de división o de unidad?

Resulta que ahora, de la división del país, han comenzado a echarle la culpa a la nueva Constitución.

En esa idea han venido insistiendo los titulares de varios periódicos t de varios espacios noticiosos de redes privadas de televisión.

“Se aprueba el nuevo texto constitucional y Bolivia queda dividida”, señalaba el título de un periódico.

“La sociedad boliviana está polarizada como nunca, después de la aprobación de la nueva Constitución”, señalaba otra nota periodística.

Pero ahora bien, ¿será evidentes esas aseveraciones?

¿Será que la nación boliviana se está dividiendo como resultado del proceso constituyente y de la aprobación de la nueva Constitución?

Por supuesto que no, que eso no es así.

Y no es así, simplemente, porque desde siempre la sociedad boliviana ha estado dividida.

Mirando el pasado, con seguridad absoluta se puede decir, más bien, que nunca la nación boliviana estuvo unida, salvo en los momentos en que jugaba la selección nacional de fútbol, o cuando había que hacer alguna protesta por alguna humillación o algún atentado contra la República.

Aparte de esos contadísimos momentos, el resto del tiempo, el común denominador en Bolivia fue la división.-

Y es que Bolivia nació dividida.

Llegó la Independencia en 1825, y los que se hicieron dueños del país, asumiendo su mando político y el control de la economía y del ejercito, fueron los representantes de las clases dominantes que venían de la Colonia.-

Los mestizos quedaron más abajo, con poca participación, y los indígenas, las grandes mayorías, quedaron absolutamente excluidos.

Esas mayorías fueron condenadas a servir como sirvientes, o como pongos, o como mano de obra barata, o gratuita, de los grandes patrones, de los dominadores.

Y entonces, en los primeros años de la nueva República, hubo una muy clara división de clases sociales, con un fortísimo componente de racismo y discriminación.

Ese racismo y esa discriminación continuaron tal cual a lo largo del tiempo, con levantamientos esporádicos, justamente de las naciones originarias que, todas las veces, pagaban con su sangre el atrevimiento de reclamar tierra, o educación u otros derechos.

Más tarde, aun sobreviniendo la Revolución de 1952, que pretendió remediar un poco las cosas, las divisiones continuaron.

Divisiones entre los componentes de la llamada clase política, con encontronazos que se resolvían a balazos, o con persecuciones, arrestos y atentados de todo tipo.

En la década de los años 70 y 80, la división alcanzó pic0os muy elevados, debido a la presencia de las dictaduras militares que cercenaron todas las libertades.

Por un lado andaban los militares, aliados a sectores de la oligarquía, y por otro andaban los sectores populares, resistiendo a las dictaduras y, otra vez, ¡cuando no!, pagando con sus vidas esa resistencia.

Inclusive en épocas posteriores, las divisiones se daban entre los simpatizantes de uno u otro partido político, que hasta compartían una misma ideología, pero que peleaban por las pegas del poder.

Siempre, como común denominador, como telón de fondo de esta historia, andaba presente la lucha de clases, que marcaba una división y una confrontación, a veces abierta y a veces solapada, entre dominadores y dominados, entre ricos y pobres.

En resumen, reiterando el concepto, que la sociedad boliviana jamás anduvo unida y, más bien, siempre estuvo separada, de modo que culpar ahora a la nueva Constitución por la polarización que se plantea en Bolivia, es algo que no tiene sentido alguno.
Ahora, ¿por qué la sociedad boliviana ha estado dividida y polarizada, a lo largo de toda su historia?

Pues, simplemente, porque en la sociedad boliviana predominó, de manera muy clara y permanente, la desigualdad.

La desigualdad económica, la desigualdad social, la desigualdad en el disfrute de los derechos fundamentales, la desigualdad de género, la desigualdad generacional, la desigualdad racial.

Bolivia, señalan los estudios, es una de las sociedades más racistas de Latinoamérica, y es también uno de los países económicamente más desiguales e injustos de esta misma región.

Entonces, en esas condiciones de desigualdad, no se le puede pedir unidad a la gente.

No podrían unirse jamás, un oligarca que acapara las tierras, y los recursos naturales y los bienes nacionales, con un indígena, o un obrero, o una persona de clase media, que son explotados o se hallan en situación de marginación.

Para que haya unidad en el país, en consecuencia, tiene que haber primero igualdad.

De lo contrario, ese ideal de unidad no será nada más que una palabra hueca.

Pero ahora, por primera vez, con la nueva Constitución Política del Estado, Bolivia ha de poder avanzar hacia una situación de igualdad de toda su gente.

Igualdad cultural, económica, social y política, donde nadie será más que nadie, y nadie será menos que nadie.

Recién ahora, entonces, se darán las condiciones para una verdadera unidad del país, y para la conclusión de las divisiones.

A la nueva Constitución, entonces, antes de señalarla como factor de división, lo cual es una mentira, se la debe mencionar como factor de igualdad y de una futura gran unidad nacional.

Esa unidad se ha de dar con el tiempo, aun cuando los grupos dominantes, eternos amenacen con nuevos desacatos y resistencias y enfrentamientos

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