Con toda su ira, con todo su racismo y discriminación, con toda su desesperación, los sectores de la derecha extremista y oligárquica de nuestro país, han desplegado sucias campañas, utilizando inclusive a Dios, para bloquear la aprobación del proyecto de nueva Constitución Política del Estado.
Ahora,¿por qué esos sectores actúan de ese modo?
Simplemente porque entienden que con la nueva Constitución se habrán acabado los enormes privilegios de que gozaron hasta el momento, y que les permitieron ser prácticamente dueños de la Nación.
Ya no podrán beneficiarse, exclusivamente, de los dineros de la cooperación internacional, ya no podrán explotar a su arbitrio los recursos naturales del país, ya no podrán manejar las instituciones del Estado para favorecerse de varias maneras corruptas y, sobre todo, ya no podrán apoderarse de la tierra de la escandalosa forma en que lo hicieron hasta el presente.
Es pues este tema, el de la tierra, una de las razones esenciales por las cuales la gente de las oligarquías, principalmente del oriente, está luchando para que se imponga el No en el referendo del próximo 25 de enero.
Porque el proyecto de nueva Constitución prohíbe terminantemente el latifundio, y porque pone un límite a la propiedad de la tierra.
En efecto, el artículo 393 de la nueva Carta Magna, al referirse a la propiedad agrícola, señala que “El Estado reconoce, protege y garantiza la propiedad individual y comunitaria colectiva de la tierra, en tanto cumpla una función social o una función económica social, según corresponda”.
Y el artículo 398 dice que “Se prohíbe el latifundio y la doble titulación por ser contrario al interés colectivo y al desarrollo del país.
Se entiende por latifundio la tenencia improductiva de la tierra; la tierra que no cumpla la función económica social; la explotación de la tierra que aplica un sistema de servidumbre, semiesclavitud o esclavitud en la relación laboral o la propiedad que sobrepasa la superficie máxima zonificada establecida en la ley.
En ningún caso la superficie máxima podrá exceder las diez mil hectáreas”.
Conociendo ese texto se entiende por qué, Walter Guiteras, con sus 49.061 hectáreas de tierra, se opone al mismo.
Porque sus tierras son improductivas en su mayor parte y porque, cuando vaya a aplicarse la ley, a lo mejor que pedirán que devuelva alrededor de 40.000 hectáreas.
Es lógico, entonces, que se oponga a la nueva Constitución, y que defienda los estatutos autonómicos de Santa Cruz, que permiten la posesión sin límites de la tierra.
En el mismo camino, es natural que también luche contra la nueva Consti6tución, el mirista Luis Fernando Saavedra Bruno, ya que este personaje, junto con su familia, posee alrededor de 101.730 hectáreas de tierras, el doble de los Guiteras, divididas en 18 predios con diferentes nombres, para disimular el latifundio.
Otro latifundista, enemigo a muerte del cambio, es Oswaldo Monasterios, dueño de la Red televisiva Unitel, que tiene en su poder 17 predios que superan las 78.000 hectáreas de tierras.
De la misma manera la familia de los Justiniano Ruiz, con 44.000 hectáreas. la de los Roig Pacheco con 43.000 hectáreas, la de los Rapp Martínez con más de 52.000 hectáreas.
O la del norteamericano Larsen Nielsen Zurita que posee 57.145 hectáreas de terreno distribuidas en 17 predios.
Otras familias latifundistas, con varias decenas de miles de hectáreas son, en el departamento del Beni, las de Llapiz, Sattori, Bruckner, Quaino, Delien, Ávila, Naciff, Antelo o Salek.
Estos grupos familiares, tienen en su poder 524.795 hectáreas de tierras, una extensión 534 veces mayor que la superficie urbana de Trinidad.
En el departamento de Pando, las familias Sonnenschein, Hecker, Becerra Roca, Becerra Becerra, Vaca Roca, Vargas Rivera, Peñaranda, Barbery Paz, Claure y Villavicencio Amuru, además de algunas otras, recibieron dotaciones de alrededor de 59.000 hectáreas de tierras.
Y, en Santa Cruz, el INRA entregó a 15 familias la cantidad de 512,085 hectáreas de tierras.
Esos latifundistas cruceños responden a los apellidos de. justamente, Saavedra Bruno, Saavedra Tardío, Nieme, Monasterios, Justiniano, Ruiz, Roig Pacheco, Rapp Martínez, Antelo, Urdininea, Kéller Ramos, Candia,.Mejía, Castro Villazón, Ovando, Fracaro, Sánchez Peña, Larsen Nielsen, Zurita o Bauer Elsner.
Desde 1953 hasta la fecha, según datos del INRA, 40 familias de latifundistas acumularon 32 millones de hectáreas.
Iban en camino, como bien puede verse, de apoderarse de todas las tierras productivas particularmente del oriente, arrinconando y desplazando definitivamente a campesinos, indígenas y colonizadores.
Ese banquete que se estuvieron dando con la tierra, desde hace muchas décadas atrás, de pronto se les ha de acabar, y por ello andan luchando desesperadamente, manipulando incluso la fe, para que se imponga el No, en al referendo del 25 de agosto.
Pero, según se anticipa, todo hace pensar que el Sí ganará de manera terminante, y entonces los latifundistas deberán explicar por qué no trabajaron la tierra que les fue regalada por los dictadores y por los gobiernos neoliberales.
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