miércoles, 14 de enero de 2009

Las cuatro virtudes de la nueva Constitución

Antes las constituciones las hacían entre unas pocas personas que se arrogaban la representación del país.

Se reunían y decidían los cambios, unos pocos, que debían hacerse a la Carta Magna, sin consultar para nada al pueblo.

Ahora, por primera vez, la población, a través de todas sus instituciones y organizaciones, fue consultada e hizo propuestas, y eligió a sus representantes que luego trabajaron en la Asamblea Constituyente de una manera abierta, amplia y democrática.

El proyecto de nueva Constitución, entonces, salió de abajo, de las propuestas y voluntad de las bases, del pueblo mismo, y fue elevado al gobierno y al congreso, y ahora al propio pueblo, para su aprobación final.

Esa es la diferencia que marca el nacimiento de esta nueva Carta Magna con todas las otras que se produjeron en el país desde que Bolivia existe como nación independiente.

Y ese también es el aspecto central que marca el comienzo de una nueva era de democracia, de par6ticipàción, de libertades y de disfrute de derechos como nunca se dio en nuestro país.

Según el vicepresidente Álvaro García Linera, cuatro virtudes caracterizan a la nueva Constitución que deberá ser aprobada con el Sí, el próximo 25 de enero.

La primera virtud es la de la igualdad.

Todos los bolivianos y todas las bolivianas, sin exclusiones de ninguna clase, somos iguales ante la ley, y debemos disfrutar de iguales derechos y asumir iguales responsabilidades.

Aymaras, quechuas, yuracarés, tominas sirionmós, mojeños, mestizos, blancos, gente de las ciudades o del área rural tendremos las mismas consideraciones, sin que nadie sea privilegiado o diferenciado por su condición social, o por su apellido, o por su posición económica, o por nada.

En Bolivia no se aceptará más la discriminación de nadie.

El segundo aspecto que se destaca en el nuevo proyecto de Constitución, es el reconocimiento de las diversas formas de trabajo y producción que existen en nuestro país.

En ese sentido, el Estado apoyará las actividades cooperativas, y la pequeña, mediana y gran industria, y las economías comunitarias y la producción agrícola pequeña o a gran escala.

Habrá, en otras palabras, espacio y libertades para todas ls iniciativas que los ciudadanos bolivianos puedan idear, que contribuyan a su progreso personal y al desarrollo del país.

El tercer aspecto es el reconocimiento a los derechos de los pueblos originarios y de las regiones, para establecer e impulsar formas autonómicas de autogestión.

Pero esas autonomías contempladas en el nuevo texto constitucional, serán autonomías para todos y no para algunas roscas oligárquicas.

Serán verdaderas autonomías, donde las regiones y los pueblos elegirán a sus autoridades y decidirán sobre las formas de su vida y de su desarrollo, sin poner en duda, en ningún momento, la unidad del país.

Habrá autonomías, sí, pero sin separatismo ni planes para dividir Bolivia.

La cuarta característica de la nueva Constitución, es el reconocimiento a los derechos económicos y sociales que deberán favorecer a todos los habitantes de Bolivia, viejos o jóvenes, hombres y mujeres, en un marco de igualdad de oportunidades, sin que nadie acapare en exceso en perjuicio de los demás.

Nunca más, nunca más, jamás, habrá un nuevo Sánchez de Lozada que convierta a la Patria en su botín personal.

Lo que está ocurriendo ahora, señaló el vicepresidente Álvaro García Linera, es aquello por lo cual nuestros antepasados lucharon y por lo cual murieron.

En las páginas de la nueva Constitución se concretan los sueños de Túpac Katari, de Bartolina Sisa, de Apiahuaqui Tumpañ de Luis Espoinal, de Marcelo Quiroga Santa Cruz, y de los mártires que fueron jalonando con su sacrificio la historia de la Patria.

Como puede verse, sobran las razones para que el proyecto de nueva Constitución Política del Estado sea aprobado de manera contundente y definitiva el próximo 25 de enero.

Porque los bolivianos reclaman un nueva nación, un mejor futuro, un país que se levante orgulloso y digno, soberano y altivo, superando la quiebra moral y económica en la que lo dejaron los gobiernos dictatoriales y neoliberales de las pasadas décadas.

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