Jefes de la Iglesia Católica se reunieron en una Jornada por la Paz, allí en el Vaticano, y reiteraron el amor preferencial de esta Iglesia por los pobres.
Esa ratificación de la mencionada opción resultó gratificante porque de un tiempo a esta parte, en Bolivia, y por la actuación de algunas autoridades eclesiásticas, particularmente del Cardenal Terrazas, daba la impresión de que la Iglesia Católica había perdido el rumbo.
Porque el Cardenal tomó iniciativas y emitió declaraciones, que más bien mostraban a una Iglesia aliada con los poderosos.
En la Jornada de reflexión por la Paz, se sostuvo que la Iglesia apoya toda iniciativa creativa dirigida a distribuir adecuadamente los bienes.
Pero, sobre todo, apoya los esfuerzos por una modificación de los estilos de vida, de los modelos de producción y de consumo y de las estructuras consolidadas de poder que rigen en la sociedad.
Ahora, ¿cuáles son esos estilos de vida y de consumo que la Iglesia cuestiona?
No pueden ser otros que los capitalistas.
El derroche, la acumulación innecesaria, el lujo excesivo estructurados sobre la base de la pobreza y hasta de la miseria de las grandes mayorías del planeta.
¿Y cuáles son esas estructuras consolidadas de poder que rigen en la sociedad?
De la misma manera, no pueden ser otras que las capitalistas, que acumulando los bienes sólo en algunos países, o más bien, en pequeños grupos de magnates mundiales, consolidan estructuras de injusticia que son, obviamente, contrarias a los planes de Dios.
El mundo ha ido avanzando, en las últimas décadas, a una acelerada globalización.
Sin embargo, lo que se ha intentado globalizar, principalmente, han sido los mercados, barriendo con todas las fronteras que pudieran poner obstáculos al libre tránsito de capitales, en beneficio de las transnacionales.
Se buscó globalizar, del mismo modo, las ideas que pretendían mostrar al neoliberalismo como al único modelo sobre el cual debían basar su desarrollo todas las naciones del mundo, tanto las grandes como las pequeñas.
Ahora, sobre todo una vez que el neoliberalismo está mostrando su fracaso con la crisis mundial, lo que se observa es la urgencia de otro tipo de globalizaciones.
Como la globalización de la solidaridad, de la justicia social, de la pelea común contra la devastación del planeta.
El capitalismo, debe reiterarse una vez más, está basado en la explotación de unos hombres por otros, de unas naciones por otras.
Entonces se debe globalizar la resistencia contra ese sistema, y se debe globalizar la construcción de otro sistema internacional que redistribuya mejor la riqueza.
“La marginación de los hombres del planeta sólo puede encontrar instrumentos válidos de emancipación en la globalización, si todo hombre se siente personalmente herido por las injusticias que hay en el mundo y por las violaciones de los derechos humanos vinculados a ellas”, dice una parte del documento de la Jornada de Reflexión por la Paz.
El documento, entonces, enfatiza la necesidad de combatir la pobreza y de sembrar la paz.
Pero no es posible hablar de una mundo pacífico, con sociedades pacíficas, mientras prevalezcan las estructuras de injusticia tanto en el marco internacional, como dentro de los propios países, incluyendo a los ricos.
La pobreza, según la Iglesia, es un problema material, pero también moral y espiritual.
Esa pobreza está aumentando, justamente por la predominancia del sistema capitalista, y ahora amenaza acentuarse con la crisis alimentaria que tiene características mundiales.
Según la Iglesia, esta crisis se manifiesta no tanto por la insuficiencia de alimentos, sino por las dificultades para obtenerlos y por fenómenos especulativos.
Alimentos existen en suficiente cantidad como para aliviar con facilidad el hambre de la población mundial.
Pero esos alimentos están lejos del alcance de grandes masas humanas, por la pobreza en la que están inmersas.
A esa dificultad se suma la especulación de los comerciantes, que aprovechan las crisis para acentuar sus ganancias, o para provocar situaciones de convulsión, como las que intentaba Branco Marinkovic, desabasteciendo de aceite el mercado nacional, o los ganaderos del oriente que quisieron elevar artificialmente el precio de la carne.
La Iglesia Católica, pues, parece que está volviendo por sus fueros, al señalar las injusticias que existen en el mundo, y al ratificar su opción por los pobres.
Sería muy importante que el Cardenal Julio Terrazas reflexionara sobre estos temas, para dejar de alinearse con los grupos oligárquicos del oriente, que son parte de esa estructura de injusticia que se condenó en la Jornada de Reflexión por la Paz.
miércoles, 14 de enero de 2009
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