miércoles, 14 de enero de 2009

Dios y el nuevo texto constitucional

La oposición que no quiere el cambio en Bolivia, ha llegado al extremo de utilizar la fe, para inducir a la gente a votar por el No, el próximo 25 de enero.

Sin sonrojarse para nada, vociferando y haciendo todo un show, golpeándose el pecho, alcanzado los brazos al cielo, lloriqueando, los sectores de la derecha dominante han ido repitiendo que la nueva Constitución pretende eliminar la religión, que atenta contra la fe, que desconoce a Dios.

Y han hecho todo eso desconociendo que, justamente, uno de los mandamientos de la ley de Dios, dice con claridad que no se debe levantar falsos testimonios ni mentir.

Pero igual, desoyendo ese mandamiento, han propalado que el nuevo texto constitucional ataca a la religión, cuando, según el articulo 4 de ese nuevo proyecto de Constitución, el Estado respeta y garantiza la libertad de religión y creencias espirituales, de acuerdo con sus cosmovisiones y, de la misma amanera, señala que el Estado es independiente de la religión.

Con ese artículo, pues, está plenamente garantizada la libertad de culto en Bolivia, de modo que cada ciudadano o cada ciudadana, según su conciencia, pueda optar por la religión que mejor satisfaga a su espíritu, y pueda desarrollar públicamente y libremente los rituales o actos religiosos que considere convenientes para difundir su fe.

Ese texto constitucional, además, elimina una injusticia muy grave que predominaba en Bolivia, desde siempre, y que se refería al privilegio especial del que gozaba la iglesia católica, al ser considerada la religión oficial del Estado.

Atenida a esa circunstancia, la iglesia católica obtenía licencias y privilegios que la ponían por encima de las otras creencias cristianas o no cristianas.

Ahora, esa injusticia ha sido corregida, y esa es la razón por la cual muchos jerarcas de la iglesia católica se han puesto en contra de la nueva Constitución, aspecto que ha sido aprovechado por los sectores de la derecha dominante, para realizar actos públicos en los cuales utilizan a Dios, para hacer la campaña por el No.

De una manera verdaderamente estúpida, han difundido spots televisivos, en los que aparece la imagen de Cristo desplazando la imagen del presidente Evo Morales, pretendiendo decir, de ese modo, que Dios está en contra del presidente Morales, o en contra de los actos del presidente Morales.

Frente a ese aberrante spot televisivo de esa campaña tan increíblemente estúpida, habría que preguntar por qué razones Dios, nuestro Señor, podría estar en contra del presidente Morales.

Este presidente, según todos observan, ha ido trabajando a favor de los más humildes, de los más pobres, de los discriminados, de la gente que sufrió las mayores injusticias dentro de la Nación.

¿Acaso Dios censurará o condenará ese trabajo por los humildes?

El presidente Evo Morales, ha ido luchando en contra de los racistas, de los que torturan, golpean, masacran y asesinan a campesinos, y en contra de los que se apoderaron de todos los bienes de la Nación, para engrosar sus fortunas particulares con cientos de miles de actos de corrupción.

¿Acaso Dios, que es el modelo más alto de justicia, censurará o condenará esa lucha contra los corruptos?

El presidente Morales, ha logrado que las riquezas naturales, que habían sido entregadas a poderosos intereses extranjeros, vuelvan a dominio del pueblo boliviano.

Ha luchado porque esos recursos naturales sirvan para el desarrollo de los bolivianos y de la bolivianas, y que no sirvan para seguir enriqueciendo a las multimillonarias empresas capitalistas transnacionales, que siempre han succionado las riquezas de nuestros pueblos.

¿Acaso Dios censurará o condenará esa lucha contra los poderosos, cuando aquí en la tierra, su hijo se manifestó claramente en contra de esos ricos, que se enriquecen a costa del pueblo?

El presidente Morales proviene de una clase humilde, habiendo sido pastor en su niñez y habiendo sufrido la pobreza y la discriminación, junto con su familia y sus hermanos.

¿Acaso Dios, nuestro Señor, no nació en medio de pastores, como Evo Morales, allí en Belén?

¿Y acaso Dios no eligió, en toda la historia de su pueblo, como lo muestra la Biblia, siempre a los humildes, para abrir el camino de su reino?

¿Acaso Jesucristo no escogió, para que lo acompañaran durante su evangelización por la tierra, a pescadores, a gente sencilla, a gente ligada a las tareas de la tierra, a personas humildes del pueblo, antes que a doctores, antes que a personas ligadas al poder, o antes que a gente ligada al imperio de entonces, que era Roma?

Entonces ¿por qué Dios ha de condenar a un presidente que proviene de las clases más humildes, y que lucha contra los Estados Unidos, que es el imperio de hoy, como lo fue Roma el imperio de ayer?

Dios, nuestro Padre, seguramente que si llegara a Bolivia, en este momento, no se pondría al lado de los poderosos ni de los corruptos.

No se pondría al lado de Branco Marinkovic ni de los que acaparan la tierra, ni se pondría al lado del prefecto Costas o del ex prefecto Leopoldo Fernández que mandan a saquear instituciones del Estado o que ordenan asesinar indígenas.

Seguro que no se pondría al lado de los Tuto’s Quiroga, amigos del imperio, ni de los Sánchez de Lozada, genocidas, ni de los Paz Zamora o Reyes Villa, corruptos hasta el tuétano.

Es más seguro que nuestro Dios amoroso, se pronunciaría claramente a favor de las luchas del pueblo boliviano, que reclama un país de mayor justicia, y es seguro que bendeciría a las personas que entregan su vida por los humildes, entre los cuales estaría, a no dudarlo, el presidente Evo Morales.

La derecha extremista, con sus comités cívicos, con sus prefectos masacradores, con sus latifundistas, ha usado la fe para atemor4izar al pueblo, diciendo que Dios está en contra de la nueva Constitución.

No se ha dado cuenta, esa derecha mañosa, que los bolivianos no son idiotas, y que no van a aceptar sus falsedades, ni esa manipulación de la fe, y que Dios, que es justo, seguramente estaría a favor del nuevo texto constitucional, porque ese texto garantiza, precisamente, un país de mayor justicia para todos.

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