Cuatro son las crisis que están azotando al mundo en este momento.
Una crisis financiera, una crisis ecológica, una alimentaria y otra energética.
Y todas tienen su origen en el despilfarro, en la acumulación inmoral y excesiva, en la depredación de la naturaleza, en la explotación humana, en la especulación y, en resumen, en la lógica de funcionamiento del sistema capitalista.
Un pequeño grupo de potencias llevó a la máxima exacerbación ese modelo de acumulación y ahora es el mundo entero el que paga las consecuencias con las crisis señaladas, que durarán mucho tiempo y que resultarán muy difíciles de ser vencidas.
Lo que corresponde, entonces, es extender la factura de este desastre a esas potencias mundiales para que asuman su responsabilidad en la hecatombe que se avecina.
Debe responder, el modelo neoliberal, por la tremenda hipoteca que está dejando a las próximas generaciones.
Bosques arrasados, atmósfera contaminada, acentuados fenómenos naturales que se traducen en sequías, inundaciones, tsunamis, riadas y arrasamiento de poblaciones,
Escasez, y encarecimiento de alimentos, y ahora una descomunal crisis financiera como efecto de la acumulación de los bienes en pocas manos.
Las cuatro crisis mundiales, la económica, la ecológica, la energética y la alimentaria vienen a ser pues, los cuatro jinetes del desastre metaforizados en el Apocalipsis.
Vienen galopando con furia para aplastar a las poblaciones más débiles, y a los jóvenes y a los niños, llenando de oscuridad y tormentas el cielo del futuro, siguiendo las instrucciones del imperio, que se yergue monstruoso como la bestia del Juicio Final.
Aparecía, el neoliberalismo, el culmén del capitalismo, como un ángel de luz que hablaba de desarrollo, de bienestar, de plena salud económica.
Decían, los panegiristas de ese modelo que las ideologías habían muerto con la caída del Muro de Berlín, que el desarrollo del futuro transitaba por una sola vía y que esa vía estaba siendo abierta y construida por el capital transnacional, para el que había que derribar todas las barreras de modo que corriera en libertad por el planeta esparciendo sus benéficos efectos.
Todo eso decían y todo eso aseguraban, apelando a una terminología que se nutría de vocablos como “modernidad”, “eficiencia”, “eficacia”, “competitividad”, “pragmatismo”, “globalización” y otros.
Pero resulta que toda esa parafernalia no había sido otra cosa que un show, un espectáculo luminoso que ahora está llegando a su fin, dejando paso a una dura y dolorosa realidad: la de la crisis múltiple y planetaria.
Pero la cosa no se puede quedar así.
Se debe hacer una auditoria al sistema para luego pasar la factura a los neoliberales del mundo empezando con sus organismo operadores como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, siguiendo por los último gobiernos de los Estados Unidos, Gran Bretaña y otros de Europa.
Y, en nuestro país, pasarles la cuenta a los Sánchez de Lozada, a los Banzer, a los Paz Zamora, a los “Tuto” Quiroga, y a los otros políticos tradicionales que con sus pactos de gobernabilidad protegieron al neoliberalismo permitiendo que el mismo quebrara a Bolivia.
Ahora, frente a este desastre universal, se puede aquilatar la mucha importancia que tienen las medidas adoptadas por el gobierno en los últimos dos años, que apuntan a desmontar el modelo de libre mercado y a edificar otra economía que atienda, primero, las urgencias de los sectores populares, antes que los privilegios de los poderosos.
lunes, 10 de noviembre de 2008
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