lunes, 10 de noviembre de 2008

La demolición de las viviendas, y un ejemplo más del racismo en Santa Cruz

“¡Que atrevimiento la de esos zaparrastrosos”

¡Querer vivir al lado de la gente decente!

¿Acaso pueden estar lado a lado un barrio residencial y un barrio pobretón, de esas viviendas dizque sociales?

No señores.

Eso no se puede permitir porque los terrenos colindantes con el barrio humilde se devaluarán, y ya no se serán atractivos para las personas que quieran ser parte del barrio residencial que se planea levantar ahí cerquita, nomás.

Si los pobres quieren tener sus viviendas, que las tengan, pero alejados de la gente “bien”, que pertenece a otros círculos sociales.

Así razonaron en la alcaldía de Santa Cruz y, ya nomás, con ese impulso característico de los cruceños, tomaron la decisión y se fueron a demoler las viviendas.

Dicen los informes que fueron más de 200, donde debían vivir alrededor de 800 personas.

Después vinieron las explicaciones.

Que el alcalde Percy Fernández no estaba informado.

Que los terrenos donde se construía el Plan de Vivienda Social y Solidaria La Comarca, pertenecían a la provincia Andrés Ibáñez y no a la provincia Warnes.

Que la demolición se ejecutó siguiendo normas y procedimientos legales.

Que, cuando le informaron del hecho, el alcalde Fernández ordenó la inmediata destitución de seis altos funcionarios de la alcaldía.

Se intentó explicar y hasta justificar la acción, pero lo cierto es que los tractores acabaron con las viviendas, y ahora queda el problema de reconstruirlas, y la necesidad de identificar plenamente a los culpables, y la urgencia de desarrollar un proceso judicial que sancione ese crimen social como corresponde.

Es muy seguro que la demolición no hubiera ocurrido, si la gente que iba a habitar la urbanización la Comarca, hubiera sido gente de recursos, cercana a los grupos de poder que dominan Santa Cruz,

Pero no.

Era gente humilde, de bajos ingresos, de esa que desarrolla las tareas menores de la sociedad, la que está en las ocupaciones más bajas y entonces, claro, había que tumbar las viviendas, porque esos terrenos estaban destinado a la construcción de un barrio elegante, con áreas de estacionamiento y supermercados y servicios, con muchos sitios para la recreación.

En resumen, un barrio para la gente que sabe vivir como la gente.

Y no se trata, claro, de ir mezclando a las personas.

Porque si se las mezcla, las que salen perdiendo son las clases superiores, las clases altas, al ser confundidas con las clases bajas.

Y eso sería una aberración si se piensa, sobre todo, que en Santa Cruz se están haciendo esfuerzos muy grandes para conformar una sociedad “mejor”, de gente de ascendencia europea, blancona, o blanqueada, o blancoide, de apellidos tradicionales, de esos que suenan en los latifundios, y con recursos suficientes como para hacer de esa bella región oriental, un nuevo Miami en el corazón de Sudamérica.

Lo lamentable, lo criticable, lo cuestionable, es que esos planes de “superación”, estén siendo obstaculizados por las políticas del indio del Evo, que tiene la ocurrencia de apoyar a la gente humilde.

¿Y no ve?

Por culpa de esas políticas, esos pelagatos que sobreviven con ingresos de hambre, hasta se atreven a disputar los terrenos a los barrios residenciales.

Si entre esa gente que iba a vivir en la urbanización La Comarca, hasta había muchos indígenas.

Unos indígenas alzados, que se están olvidando ya de quienes son sus patrones.

Unos cambas pobretones, unos indígenas contagiados por la prédica de los collas, que ahora hasta quieren acercarse a la ciudad, para llenarla de sus bajas costumbres.

Todo eso, y más, seguramente, siguieron razonando en la alcaldía de Santa Cruz y, aun a riesgo de las críticas que llegarían de todo el país, como que llegaron y siguen llegando, procedieron a la demolición.

Un acto estúpido, irracional, propio de mentes retrasadas, de personas con profundos y aberrantes prejuicios raciales.

Propio, en fin, de toda la caterva dominante cruceña, que tiene en el fascismo su norte y guía.

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