En octubre del 2003, cuando el pueblo salió a las calles, y enfrentó las balas y la represión, protestando por la política neoliberal que estaba regalando los hidrocarburos a las transnacionales petroleras, la Iglesia Católica no tomó ninguna postura.
Se limitó a emitir algunos comunicados donde simplemente llamaba al diálogo y al reencuentro de los bolivianos, sin considerar si los reclamos de las organizaciones sociales eran justos o injustos.
El año pasado, cuando grupos enloquecidos del Comité Interinstitucional de Sucre, agredían a varios constituyentes indígenas, poniendo en peligro sus vidas, y llenándolos de insultos racistas, la Iglesia Católica no dijo nada.
Permaneció en silencio, como si el odio racista que afloraba a raudales no fuera algo abominable a los ojos de Dios y contrario al mensaje del Evangelio.
Más tarde, cuando saltó al debate público el tema de la servidumbre y semi esclavitud en que vivían, y viven, cientos de familias del Chaco cruceño, situación conocida desde siempre, el Cardenal Julio Terrazas se atrevió a pedir pruebas de esa situación.
Como era de esperar las pruebas aparecieron por montones, pero el Cardenal no modificó su postura, dejando expuesta su duda sobre las graves violaciones contra los derechos humanos de los guaraníes.
El pasado 4 de mayo, cuando se multiplicaban los argumentos que demostraban la ilegalidad de la consulta sobre el estatuto autonómico de Santa Cruz, consulta aislada de todo apoyo internacional, el Cardenal acudió a votar, dándole así su bendición.
De manera muy clara, la Iglesia Católica expresó su reparo a varios artículos del proyecto de nueva Constitución Política del Estado, pero no se tomó ni la menor molestia para hacer el mismo trabajo de análisis del estatuto cruceño..
De esa manera convalidó el carácter racista, discriminatorio, concentrador de la riqueza en pocas manos, contrario a los derechos de los indígenas y separatista del mencionado documento.
Todas estas conductas, como perfectamente se puede observar, muestran con claridad que la Iglesia Católica, que se dice apolítica, sí ha tomado una posición política, y esa posición está al lado de los sectores dominantes del país.
Tímida, o ingenua, poco comprometida, con muy poca claridad en sus pronunciamientos, simplemente pide el diálogo y la unidad de los bolivianos.
Está observando, la Iglesia Católica, la lucha que libran las naciones originarias por reparar injusticias de siglos, de manera democrática, a través de una nueva Constitución, pero no las apoya.
No se pronuncia, no dice nada, como si temiera molestar los poderosos intereses de las oligarquías latifundistas y de los sectores dominantes del país.
¿Es esta la clase de Iglesia que requiere el pueblo?
¿Una Iglesia con pastores que no luchan por los más pobres, por los excluidos, por los que menos tienen, y que parecen, a momentos, aliarse con los poderosos?
Podrán, obispos y cardenales de la Igle4sia Católica, desmentir estas apreciaciones, pero una mirada rápida a sus actuaciones de los últimos años, da a entender que hay un alejamiento de conceptos vitales sustentados en su doctrina social.
Esta conducta ha llevado al presidente Evo Morales, que habla directo y con franqueza, a acusar a la Iglesia de parecerse a un sindicato opositor.
Podrán, algunos creyentes, escandalizarse por semejantes palabras, pero más allá de escandalizarse, deberán analizar si el presidente tiene o no razón.
Pero no fue sólo el presidente quien censuró la conducta que, en los últimos tiempos, fue asumiendo la Iglesia Católica, frente a la coyuntura p0olítica que vive el país.
Las voces de censura se multiplicaron particularmente de dirigentes populares que quisieran una Iglesia con mayor sensibilidad social.
Ahora, frente a esta situación de censura que parece aumentar, ¿no será que la jerarquía eclesiástica debe realizar alguna auto critica constructiva?
Al final, obispos y cardenales, o Cardenal, son humanos y, por ello, proclives a errores.
¿No será un error esa su conducta que los inclina más hacia la derecha, donde están los ricos, que hacia la izquierda, donde están los pobres?
Sobre todo esto deben pensar los obispos y el Cardenal, y si por ahí intuyen que algún error existe, corregirlo ahora y no muchísimo después, como aconteció con el Papa anterior, Juan Pablo II, que pidió perdón por errores históricos de su Iglesia, cuando esos errores ya habían hecho demasiado daño.
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