martes, 22 de abril de 2008

¿Qué sentido puede tener un diálogo después del 4 de mayo?

¿Se puede pensar, sin desairar la razón, que un diálogo honesto y sin condiciones ha de ser posible, una vez que pase el referendo cruceño del 4 de mayo sobre sus estatutos autonómicos?

Por supuesto que no.

Porque es justamente el tenor, el sentido y el carácter de los señalados estatutos lo que debía ser una de las materias del indicado diálogo, de modo que si el mismo ya ha sido aprobado por la presión de los sectores dominantes de Santa Cruz, prácticamente habrá muy poco sobre lo que se pueda hablar.

De modo que, lo que quedará por delante no será ya un diálogo, sino una dura confrontación que se irá manifestando de muchas y diversas maneras a lo largo del tiempo.

De entrada, nomás, el gobierno ha dejado en claro que el referendo cruceño no pasa de ser una consulta ciudadana, cuyos resultados no tienen un efecto vinculante.

Eso significa que nadie en el país, ni el gobierno ni ninguno de los bolivianos, tendrá la obligación de acatar lo que señalen los artículos del estatuto.

Podrán hacerlo aquellos que buenamente lo deseen, pero el estatuto en sí no producirá un efecto jurídico, porque habrá sido realizado al margen de la ley.

Y entonces, ¿qué sentido tiene aprobar un estatuto que nadie estará obligado a cumplir?

De otro lado, un alto porcentaje de los artículos del mencionado documento, no sólo que están al margen, sino que vulneran y chocan frontalmente con aspectos fundamentales de la actual Constitución Política del Estado.

¿Y cómo se puede pensar en un estatuto que no respeta la Constitución y que más bien la contradice de manera flagrante?

¿Cuál de los dos documentos, en este caso, deberá prevalecer?

¿La Constitución Política del Estado, que está en plena vigencia y a la cual todas las autoridades han jurado respetar y a la cual todos los bolivianos debemos acogernos, o el estatuto autonómico redactado por tres o cuatro personas que no recibieron ningún mandato del pueblo para ese cometido y, peor, que sólo un 15 % de la población cruceña conoce?

¿Es que están pensando los cívicos y el prefecto de Santa Cruz que su departamento ya es otro país, donde no valen, no rigen, no tienen vigencia y no son reconocidas las leyes bolivianas?

¿Es que andan tan adelantados en su idea de quebrar Bolivia para constituir otro Estado en el corazón de Sudamérica, como en algún momento se atrevieron a plantear en ciertos espacios de las Naciones Unidas?

Con mucha voluntad, pero también con una enorme ingenuidad, las autoridades de la Iglesia Católica no cesan en su voluntad de hacer posible el diálogo.

Y parece que andan creyendo, sinceramente, que ese diálogo siempre se podrá encaminar, aun después del 4 de mayo.

Pero, si ello ocurre, ¿será un diálogo sobre qué?

¿Cuáles de los problemas que enfrenta el país, podrán ser puestos en debate en el diálogo posterior al referendo?

¿Se hablará sobre la cantidad de nuevos impuestos que la prefectura cruceña deberá poner en vigencia, pidiéndole que no sean muchos?

¿Se pedirá que los latifundistas se pongan la mano en el corazón y permitan que campesinos y naciones originarias también tengan un pedacito de la tierra, aunque sea muy chiquito, al lado de sus latifundios?

¿Se planteará que la nueva policía cruceña, conformada por mucha gente de la llamada Unión Juvenil Cruceñista, trate de vulnerar lo menos posible los derechos humanos?

¿Se insistirá en que, dentro de sus políticas de exportación, Santa Cruz respete lo mejor que pueda los acuerdos comerciales que tiene Bolivia con otros países?

¿Se recomendará que no cierren muy drásticamente el ingreso a Santa Cruz de bolivianos de otras regiones interesados en trabajar la tierra o en desarrollar otros proyectos?

¿Se les exigirá, cordialmente por supuesto, que dejen a un lado su intención de poner en vigencia una cédula de identidad cruceña, para que no choque con la cédula de identidad boliviana?

¿Sobre qué se podrá dialogar una vez que el referendo ya se haya cumplido?

Como bien se advierte, si el diálogo ha de ir adelante, tiene que ser ahora.

Más tarde el diálogo sólo será una burla que el pueblo boliviano ya no se tragará.

Y, entonces, lo único que quedará, y esto hay que repetirlo muchas veces, es la confrontación.

Porque se entiende que el gobierno nacional no podrá permitir que una parte de la Patria se haga independiente, o quiera actuar de manera independiente, y entonces estará obligado a actuar utilizando todos los mecanismos que la ley le otorgue, incluyendo el uso de la fuerza.

Así, pues, están planteadas las cosas y no hay por dónde perderse.

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