De poncho y ojota fueron
los guerrilleros de la lealtad.
El “Moto” y sus montoneros
nos conquistaron la libertad.
los guerrilleros de la lealtad.
El “Moto” y sus montoneros
nos conquistaron la libertad.
No fueron, entonces, señoritos de levita ni respingados hijos de latifundistas los que bregaron por la independencia de aquella tierra.
Eran hombres recios y mujeres de temple, que habían ido incubando la idea de libertad y que, en esa aspiración, celebraban y comulgaban con los levantamientos heroicos del 25 de mayo en Chuquisaca y del 16 de julio de 1809 en La Paz.
Existía, pues, entre los Montoneros de Méndez y los patriotas de La Paz y Chuquisaca, al margen de las distancias geográficas, un claro hermanamiento que, primero, los impulsaba a expulsar el poder imperial de España y, segundo, les hacía vislumbrar una patria nueva, que aún no existía, y que sería a la postre la República de Bolívar.
Cabalgo el “Moto” Méndez, por el entonces más verde y menos depredado valle tarijeño y con el muñón de la mano derecha fue señalando el horizonte de la aun no creada tricolor boliviana, hostigando sin cesar, con ataques relámpago, a las tropas realistas del general virrey La Serna, que defendía la entonces llamada Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa, nombre del primer español que había llegado a esas tierras.
Relata el historiador Floren Sanabria G, que “para cumplir su misión de auxilio a los altoperuanos llegó, en aquella etapa de la lucha, el coronel Gregorio Araoz de La Madrid a la cabeza de una importante fracción de veteranos luchadores y se dirigió a Tarija derrotando sin esfuerzo, el 8 de abril de 1817, a una unidad realista en la región de Cangrejillos.
En el “Abra del Gallinazo” se le unió el “Moto” con sus Montoneros, abriendo camino para el ingreso del grueso del ejército.
La ciudad de Tarija estaba fuertemente guarnecida por aguerridas unidades españolas como “Los Granaderos del Cuzco”, al mando del coronel Mateo Ramírez, que defendía la plaza porque era, además, gobernador de la provincia.
“El coronel La Madrid, sigue diciendo Floren Sanabria, al amanecer del día 15 de abril de 1817, atacó en los campos de La Tablada de Tolomosa, a fuerzas superiores a la suyas, en tanto que los Montoneros cargaban contra los “Granaderos del Cuzco”.
La Madrid atacaba por el centro y el caudillo José Eustaquio Méndez, con sus escuadrones de caballería, por la izquierda y por la retaguardia.
Otra fracción chapaca, comandada por el coronel Francisco Pérez de Uriondo y su hermano Manuel, y donde destacaban José María Avilés, Pedro Antonio Flores, Manuel Rojas, Mateo Berdeja, Manuel Caínzo, Ramón Rojas y otros guerrilleros, impedían que las fuerzas superiores que se hallaban en la villa, pudieran salir en auxilio de Ramírez.
Cuando estos refuerzos llegaron al lugar, la gloriosa Batalla de La Tablada ya había concluido con el triunfo de los patriotas”.
Este hecho de armas, como bien señalan los estudiosos, tuvo una enorme repercusión en el desarrollo posterior de la guerra y en el resultado final de la campaña libertaria.
Nueve años más tarde, en 1826, sellada la Independencia y creada ya la República de Bolívar, los tarijeños se volvieron a levantar pero esta vez contra los afanes del gobierno de la Argentina que pretendía anexarse ese territorio.
Consultados los tarijeños sobre ese propósito respondieron que “el encargo del heroico pueblo tarijeño es que antes desaparecerá del mapa que dejar de pertenecer a la nueva República por la que hemos luchado”.
Tarija, pues, optó por Bolivia, por la unidad boliviana, siendo merecedora, por ella, al hermoso título de “la muy leal y muy fiel”.
Ahora, en este año 2008, a 191 años de aquel episodio histórico conviene plantear algunas preguntas.
¿Si el “Moto” y los Montoneros volvieran, cabalgarían nuevamente acompañando las luchas del pueblo tarijeño, o se pondrían a favor del actual prefecto Mario Cossío y de las clases dominantes de Tarija?
¿Se tornarían aliados del nuevo poder imperial que atenaza a nuestro país, el de los Estados Unidos o, como en 1817 contra los españoles, lo hostigarían y combatirían hasta lograr su expulsión?
¿Buscarían, el “Moto” y sus Montoneros, el quiebre y la división de Bolivia, como pretenden algunas élites de aquel departamento o, como en 1826, jurarían lealtad a nuestra Patria, prefiriendo “desparecer del mapa antes que dejar de pertenecer a la República por la que habían luchado?
Las respuestas son obvias y se encuentran allí, en el corazón y en la conciencia de la gran mayoría de los bolivianos, que están volviendo a jurar, como en 1826 en Tarija, que la Patria es una y no se desintegra a pesar de los afanes de los separatistas.
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