lunes, 3 de marzo de 2008

Una buena decisión

Oficiales de las Fuerzas Armadas de Bolivia ya no recibirán ninguna capacitación en el Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica, que funciona en los Estados Unidos.

Esa decisión fue comunicada a las autoridades norteamericanas y constituye, obviamente, una de las mejores que pudo adoptar el gobierno boliviano.

Porque si ha existido un factor nefasto para la soberanía política de nuestro país en las pasadas décadas, ha sido, justamente, ese entrenamiento especial que recibieron oficiales de las Fuerzas Armadas bolivianas, en los centros de capacitación de los Estados Unidos.

Un ejemplo claro de lo señalado fue la famosa Escuela de las Américas que funcionaba en Panamá, y que se constituyó en un centro de formación de dictadores y torturadores que, muy bien entrenados, desarrollaron en sus países políticas de represión que son parte de la historia más triste y más cruel que vivió la región sudamericana en décadas pasadas.

Augusto Pinochet fue un alumno aventajado de la señalada escuela.

Estuvieron también en la misma Rafael Videla de la Argentina y Ernesto Geisel del Brasil, y mucha otra gente que formó parte de gobiernos dictatoriales...

Y, por supuesto, que de Bolivia concurrieron allí, a recibir su adoctrinamiento, bolivianos como Hugo Bánzer Suárez, Luis García Meza o Luis Arce Gómez, además de varios otros.

En la Escuela de las Américas, además de aprender técnicas de torturas y métodos para destruir física y sicológicamente a la gente, los alumnos recibían nociones sobre una llamada doctrina de la seguridad nacional.

Esa doctrina decía que, en los tiempos actuales, las posibilidades de confrontaciones bélicas entre los países habían disminuido grandemente.

Que las naciones tendían cada vez más a aliarse en acuerdos de integración o proyectos comunes, que afirmaban lazos de hermandad y solidaridad.

“Ya han pasado los tiempos, se decía, en que algunos países miraban a otros como a sus potenciales enemigos”.

“El enemigo, entonces, no está afuera, se insistía”.

“El enemigo está adentro de los países y socava los cimientos nacionales con proyectos extremistas”

“A ese enemigo, entonces, hay que detectarlo y combatirlo sin piedad.

“A ese enemigo hay que destruirlo porque si no se lo destruye, ese enemigo destruirá a la sociedad y debilitará a la civilización occidental cristiana que tenemos la obligación de resguardar”.

Obviamente que ese enemigo interno era toda persona que disentía del sistema capitalista.
Toda persona que se atrevía a hablar de los derechos humanos, o que denunciaba las diversas formas de explotación que sufrían los sectores populares...

Esas personas eran calificadas de extremistas, se convertían automáticamente en enemigas del sistema y, a continuación, eran perseguidas, arrestadas, torturadas o asesinadas.

La Escuela de las Américas, pues, formó generaciones de militares fanáticos, de mentalidad ultra derechista que, fieles a las enseñanzas que recibieron, bañaron en sangre a sus pueblos.

Por su triste reputación, por la repulsa internacional que recibió, la mencionada Escuela de las Américas tuvo que ser clausurada, pero lo que no desapareció fue el afán norteamericano de continuar influyendo en las mentes y en las ideas de las nuevas generaciones de oficiales de las fuerzas armadas de nuestros países.

Por ello instituyeron el denominado Instituto de Cooperación para la Seguridad Hemisférica donde ya no se debe seguir hablando del enemigo interno ni propalando ideas sobre la doctrina de la seguridad nacional, pero donde, seguramente, se debe comentar ampliamente sobre el nuevo peligro “que se cierne sobre el mundo y que es el terrorismo internacional”.

Obviamente que, en ese concepto, el mundo debe entenderse sólo como los Estados Unidos.
Por todo ello, entonces, resulta saludable que Bolivia haya decidido ya no mandar a sus oficiales al mencionado Instituto.

Porque las Fuerzas Armadas tienen que jugar otro rol en la construcción de Bolivia, y no ya el rol de seguidores de las políticas que se incuban en los Estados Unidos.

Más que seguir doctrinas foráneas, que respondan a los intereses norteamericanos, se trata de construir una doctrina nacional, que se acomode mejor a los nuevos desafíos de nuestro país.
Bolivia requiere de militares patriotas, que coadyuven a los propósitos de cambio que reclama el pueblo, que ayuden a edificar una nación soberana y digna, sin ataduras a potencias extranjeras.
Es saludable, pues, desde todo punto de vista, la decisión del gobierno de ya no enviar militares bolivianos, a formarse en la escuela militar de los Estados Unidos.

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