Fuertes vientos de cambio están circulando por los países de Latinoamérica.
Son cambios impulsados por los pueblos, que desean terminar, básicamente, con el modelo neoliberal de acumulación capitalista que viene rigiendo desde hace más de dos décadas.
Ese modelo neoliberal fracasó porque no solucionó los problemas económicos de ningún país, y más bien acentuó de manera dramática la pobreza y el desempleo, y amplió de modo escandaloso la distancia entre pequeños grupos que se apoderaron de todo el dinero, de todos los bienes, y grandes mayorías a las que les tocaron sólo las migajas. Ocurre, entonces, que los pueblos están luchando para que esa situción cambie pero, al mismo tiempo, los grupos de poder, los privilegiados de siempre, están actuando para que esos cambios no ser concreten.
Hace pocos días, el presidente ecuatoriano Rafael Correa, mostró la extraordinaria similitud entre lo que pasa en Boliv8ia con lo que ocurre en su país.
En Ecuador, los sectores de derecha, desarrollaron una fuerte manifestación, oponiéndose al trabajo de la Asamblea Constituyente.
Y esa manifestación se cumplió en la ciudad de Guayaquil, encabezada por su propio alcalde, un genuino representante de las oligarquías ecuatorianas.
Ese acto, declaró el presidente Correa, es parte de un estrategia que está funcionando en toda la región latinoamericana.
Lo que sucede en el Ecuador, dijo Correa, sucede también en Bolivia.
La oposición boliviana, con los mismos cuentos de que quiere la autonomía o de que está defendiendo la democracia, está conspirando para que no se produzcan los cambios sociales.
Con estos cuentos engañan y mueven inclusive a gente de buena voluntad, y tratan de mostrar al presidente como enemigo de sus ciudades.
“La oligarquía boliviana, declaró el presidente Rafael Correa, está en Santa Cruz y es muy parecida a la oligarquía de Guayaquil, aquí en el Ecuador”.
Esa oligarquía ha dominado durante mucho tiempo la economía y la política boliviana.
Son extremadamente opulentos, más que millonarios, racistas, elitistas y medio ignorantes.
Ahora, entre estas dos oligarquías, la de Santa Cruz, en Bolivia, y la e Guayaquil, en Ecuador, existe una perfecta alianza.
Inclusive, dijo el presidente ecuatoriano, hay acuerdos firmados para llevar a esas regiones autonomías que en verdad no son otra cosa que separatismo.
Hay todas una estrategia regional, en Latinoamericana, para impedir que gobiernos progresistas, como el de Bolivia y el de Ecuador, puedan hacer los cambios por los que la ciudadanía votó, lo que el país tanto necesita.
Esas oligarquías actúan también en naciones como Venezuela, conspirando permanentemente, atentando contra la democracia y, curiosamente,, diciendo que defienden la democracia y que defienden la legalidad.
En este tiempo de globalización, como bien se puede ver, los sectores conservadores, derechistas, han globalizado sus políticas de dominio de los pueblos contando, para ello, con el apoyo de globalizador mayor que son los Estados Unidos.
Lo que corresponde, entonces, es que también se globalice la resistencia y la lucha para acabar con el modelo neoliberal.
Hasta hace una década, el neoliberalismo había copado a todos los países latinoamericanos.
No había ni uno sólo que no hubiera sido obligado a realizar los llamados ajustes estructurales que reducían a lo mínimo el papel del Estado, y que entregaban todo el poder económico y político a los sectores privados.
En ese marco Estados Unidos pretendía dar el último paso para consolidar su dominio completo, a través de un tratado de libre comercio con toda la región.
Pero entonces se empezaron a pronunciar los pueblos y poco a poco han ido haciendo retroceder al neoliberalismo.
Pasó en la Argentina y pasó en Brasil, países que adoptaron medidas económicas contrarias a las que señalaba el fondo Monetario Internacional. Pasó en Venezuela, donde apareció un gobierno revolucionario completamente anti norteamericano, y ocurrió luego en Bolivia, en Ecuador y en Nicaragua, donde se constituyeron otros gobiernos populares opuestos al imperio.
Y hasta ocurrió en Chile y en Uruguay, con gobiernos socialistas que a su manera, tratan de emanciparse de las directivas norteamericanas.
Es indudable que en un futuro inmediato, a través de actos electorales democráticos, paulatinamente también los otros países se irán apartando de las políticas de los Estados Unidos, buscando su soberanía, sus propias vías de desarrollo y recuperando su dignidad.
Estas naciones, como ocurre ya con Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Cuba, Brasil y Argentina, formaron un bloque que ha ido actuando de manera solidaria para, justamente, construir esa vía alternativa.
En esa lucha, como bien se advierte, se tendrá que comenzar por derrotar a las oligarquías de los diferentes países, que tienen mucho poder y que son aliadas de los Estados Unidos.
Una tea rea difícil pero que está avanzando.
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