Una de las banderas que están levantando los prefectos y comités cívicos que se oponen al gobierno, es el de la defensa de la democracia.
Se dicen defensores de la democracia y exigen el respeto pleno a las diferencias y a las diversidades que existen en nuestro país, en un marco de amplia tolerancia .
Y, en contraposición, acusan al gobierno actual de ser totalitario y de cercenar las libertades de los ciudadanos.
Y esta, como bien se ve, es una forma mañosa de confundir las cosas y de desorientar al ciudadano.
Porque si hubo un sector que siempre ha demostrado intolerancia y espíritu dictatorial, es el de la clase dominante que se asienta en los departamentos orientales, y en otros como Tarija y Chuquisaca.
Esos sectores se adueñaron de la tierra y de los recursos naturales, y acumularon fortunas al amparo de dictaduras y de gobiernos neoliberales o de derecha.
Paralelamente a ello siempre mantuvieron una actitud de desprecio hacia los campesinos e indígenas de sus mismas regiones, actitud que fue demostrada fehacientemente en varias oportunidades, en los últimos tiempos.
La ciudadanía recuerda, por ejemplo, los ataques que gente del comité cívico de Santa Cruz lanzó contra indígenas del oriente que habían acudido a manifestarse en la capital oriental.
Detenidos en su intento de marchar por las calles cruceñas, un dirigente indígena declaró: “yo no sabía que Santa Cruz tenía dueños”, reflejando exactamente lo que ocurría en aquel momento.
Los bolivianos recuerdan también las agresiones violentas que sufrieron pobladores del Plan 3000, en Santa Cruz, por parte de miembros de la Unión Juvenil Cruceñista, simplemente porque no se plegaron a un paro decretado por el indicado comité cívico.
En la memoria también se encuentran los ataques de grupos armados por latifundistas del oriente, contra campesinos que reclamaban por tierras que les habían sido avasalladas.
Y también se encuentran muy frescas en la memoria, imágenes de los choques violentos ocurridos en Sucre, cuando gente de los sectores dominantes arremetió contra los asambleístas de origen indígena.
El odio contra los indígenas se manifestó en frases como “chola sucia”, o “el que no salta es llama”, o “indio, vete a tu pocilga”, que estuvieron en las bocas de muchos sucrenses en aquellos días cuando se pretendía cerrar la Asamblea Constituyente.
Esa actitud discriminatoria, debe recordarse también, fue la que tuvieron los patrones que, en pasadas décadas, antes de la Reforma Agraria, se hacían servir con los campesinos, usándolos como fuerza gratuita de trabajo, tanto en sus haciendas como en sus casas.
O la que aun en nuestros días mantienen otros patrones que, como señores feudales, aun esclavizan a familias enteras allí, por las tierras del Chaco.
Demasiados ejemplos tiene la historia sobre la discriminación y el odio racial que gente de los sectores dominantes desarrolló contra los campesinos y pueblos indígenas.
Entonces, como muy bien se observa, no es el gobierno actual el que está fomentando la intolerancia, sino que la intolerancia ha sido una norma de conducta de las clases privilegiadas que se hicieron dueñas del poder político y del poder económico, a lo largo de todos los tiempos, en nuestra nación.Los miembros de las prefecturas y de los comités cívicos exigen que el gobierno dé paso inmediatamente a las autonomías departamentales arguyendo que esa es la voluntad de sus regiones.
Argumentan que las autonomías departamentales representan una desconcentración del poder y una distribución de la riqueza entre todos, para combatir la pobreza en un clima democrático.
Sin embargo, paralelamente, también rechazan las autonomías indígenas, lo cual constituye una nueva muestra del racismo y de la discriminación que los animan.
No aceptan a los indígenas, rechazan que las naciones indígenas sean también autónomas, protagonizan agresiones violentas contra estos sectores, los insultan de mil maneras comparándolos con animales, y luego, en el colmo del cinismo, acusan al gobierno de no respetar la democracia y de no tolerar las diferencias en nuestro país.
Y claro, al actuar así, confunden a algunos ciudadanos que no tuvieron el tiempo ni el espacio necesarios para hacer análisis objetivos y serenos sobre la situación actual.
Lo cierto, lo evidente, lo históricamente incontrastable, es que el racismo, la discriminación, la intolerancia, siempre vino de los sectores dominantes y se estrelló contra indígenas, campesinos y gente de los sectores populares.
El que ahora gente de esos sectores dominantes, como el prefecto Mario Cossío de Tarija, quiera aparecer como defensora de la democracia, es una aberración que los ciudadanos honestos no pueden aceptar.
martes, 19 de febrero de 2008
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