Los violentos, los racistas, los discriminadores, oraron porque Dios apoye la victoria del No, en el próximo referendo
Agredieron a los indígenas y los hostigaron y persiguieron en la ciudad de Santa Cruz, utilizando grupos paramilitares de la Unión Juvenil Cruceñista.
Luego, en esa misma ciudad, asaltaron instituciones del Estado y las saquearon apoderándose de todo lo que pudieron encontrar.
Más tarde, en Sucre, torturaron, golpearon y humillaron a campesinos, haciéndolos arrodillar y llenándolos de insultos racistas.
Antes de ello, en Cochabamba, también con bandas de jóvenes delincuentes, atacaron las oficinas de las sedes campesinas y los persiguieron amenazando con matarlos.
Por último, en Pando, cumplieron con esas amenazas, masacrando a más de 20 campesinos, utilizando armas y vehículos de la prefectura.
Demostraron, en todo momento, su odio racial, su afán de separatismo, su profunda discriminación con la gente de los pueblos originarios.
Y ahora, hechos unos angelitos, aparecieron en Sucre, nada menos que en un acto religioso, en una misa, pidiendo a Dios que haga el milagro de darle el triunfo al No, en el referendo del próximo 25 de enero.
¿Puede imaginarse semejante barbaridad? ¿Semejante aberración?
Los violentos, los discriminadores, los que procuran el quebrantamiento del país, acuden a orar, para que Dios los apoye en sus propósitos políticos.
¿Es que pensarán que Dios, nuestro Señor, es racista como ellos?
¿Es que se imaginarán que nuestro Padre Celestial, desde su trono divino, les va a echar la bendición, para que sigan en su afán de frenar el cambio social en Bolivia?
Oraron, como si fueran santos, como si fueran inocentes palomitas y, lo más grave, ¡lo hicieron con el apoyo de monseñor Jesús Pérez, arzobispo de Sucre, y con otro apoyo del pastor Charles Suárez, dice que representante de la iglesia cristiana.
“Defiende tu fe”, decían en sus carteles, diciéndole a la gente que su fe estaba siendo amenazada, cuando en el proyecto de nueva Constitución todas las religiones y creencias espirituales tienen absoluta libertad para realizar sus actividades sin restricción de ninguna naturaleza.
Menos mal que la organización que representa a las iglesias cristiana emitió un documento, desconociendo ese apoyo a los cuatro prefectos fascistas y señalando que el tal pastor Charles Suárez actuó de manera personal, sin representarlos para nada.
Y en el caso del arzobispo de Sucre, pues, con su conducta simplemente ratificó que la jerarquía de la iglesia católica está aliada a los poderosos, a los grupos de la derecha, y que está alejándose cada vez más del pueblo.
Ahora, ¿por qué la señalada iglesia católica, o más bien, no la iglesia sino sus obispos, está actuando de esa manera?
La respuesta es simple y está en el hecho de que la nueva Constitución le quita las prerrogativas y privilegios que tenía anteriormente
Debe recordarse que en anteriores constituciones, la religión católica aparecía como la religión oficial del Estado boliviano.
Después se quitó ese párrafo pero, en los hechos, la iglesia católica siguió actuando como si fuera, efectivamente, la religión oficial, lo cual representaba una injusticia ante las otras creencias que se sentían discriminadas.
Ahora, con la nueva Constitución, que seguramente será aprobada, la iglesia católica estará a la par de las otras iglesias, y tendrá que ganarse a pulso la adhesión de sus fieles.
Y eso será bastante complicado porque, de todas las iglesias que han ido operando en el país en los últimos tiempos, la iglesia católica es la única que, en lugar de ganar, ha ido perdiendo adeptos.
Ha ido perdiendo vocaciones religiosas, lo cual se demuestra con sus seminarios vacíos, y con la inexistencia de jóvenes que deseen prepararse para reemplazar a los viejos sacerdotes.
El fenómeno es ese, pero los jerarcas de la iglesia católica no se dan por aludidos, y continúan impertérritos alejándose de los sectores populares, aliámdose a los grupos de la extrema derecha de la sociedad boliviana.
¿No se estará arrepintiendo el arzobispo Jesús Pérez, de haber incurrido en esa aberrante acción, tratando de colocar a Dios al lado de los racistas?
¿No se estará arrepintiendo de haber defraudado a miles de miles de católicos que esperan otra conducta de sus autoridades espirituales?
Lo de Sucre fue ya el colmo.
Se pasó todo límite imaginable y ahora sólo queda saber hasta dónde se podrá llegar, en ese accionar político de una iglesia que no tiene la capacidad de leer los signos de los tiempos.
De cualquier modo, ya tendrán los jerarcas de la iglesia católica, el tiempo para saber si erraron o no en su conducta, cuando conozcan los resultados del referendo.
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